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Actualizado: 19 de julio de 2025
Pendenciero, jugador y amante de dar guerra a las mujeres, era más que difícil hacerlo sentar la cabeza; y el virrey, que le profesaba paternal afecto, se propuso en Lima casarlo de su mano, por ver si resultaba verdad aquello de estado muda costumbres. Evangelina Zamora, amén de su juventud y belleza, tenía prendas que la hacían el partido más codiciable de la ciudad de los Reyes.
El párroco del lugar le había dicho en muchas ocasiones que Dios hablaba, á veces, por boca de los niños; y por si á Andrés le había inspirado el cielo su proyecto, se decidió á respetarle en cuanto le pareciese deber hacerlo así.
Trajo a su memoria, aquella bella fisonomía cansada y altanera, aquellos ojos penetrantes, sus mejillas limpias y sus largos bigotes caídos a lo tártaro. Sonriose a la idea de tomar a aquel personaje, terror de las jóvenes, bajo su protección maternal; pero acabó por decirse que nunca se atrevería a hacerlo.
Había comido muy bien el dichoso cura, circunstancia que no debe notarse, pues no hay memoria de que dejara de hacerlo cumplidamente ningún día del año.
Y se descuidaba de hacerlo, ¡eran de oir sus protestas y recriminaciones! No pasaba día sin que la casa del médico no resonase con voces coléricas, gritos y lamentos.
Caminaba á pasos lentos y breves, y al hacerlo se apoyaba en un bastón. Por lo tristes y lo blancos, de nieve parecían sus cabellos.
Pero cuando iba más determinado a hacerlo, tropezaba en la egoísta tranquilidad del señorito y en la resistencia pasiva, incontrastable del mayordomo.
Elena respondió con voz temblorosa: Pues le diría a usted cosas consoladoras y palabras dulces y buenas. ¡Palabras!... ¿De qué sirven las palabras y las frases?... Lo que yo necesito es que me curen... y el cura no puede hacerlo... El cura no es Dios... No es Dios, pero se dirige a
Miremos las pródigas fuentes que nos cercan: el Sena que corre á muy poca distancia, los grupos de estatuas que por todas partes vemos, los monumentos, iglesias y palacios que se divisan, los bosques de árboles que nos rodean, el Paris de la izquierda y el Paris de la derecha, los Campos Elíseos que se extienden á nuestros piés, y una vez reunida en un solo golpe de vista tan profusa copia de bellezas, llamemos, que ya es tiempo de hacerlo, hermosa á la plaza de la Concordia.
La magia y los turbantes son tan indispensables en toda comedia tagala, como el llamar simpática á la Liceria, omisión que el día que la hiciera un cajista de cartel, produciría un terremoto de bambalinas. En Tayabas no hay teatro, por consiguiente, hay que hacerlo, y después de hecho aliñarlo para el caso, y el caso tiene más harigues y bejucos de lo que parece.
Palabra del Dia
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