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Actualizado: 19 de junio de 2025


En el año 1701 no había habitadas en todo el Archipiélago de Marianas más que las islas de Guajan, Rota y Saipan, y estas últimas, era tan poca su importancia y tanta su miseria, que al despoblar los españoles años después la isla de Rota, dice una crónica de aquel tiempo, literalmente lo que sigue: «La tierra es estéril, el cielo melancólico, el viento y el mar á temporadas furioso, horrible y formidable.

Allí se cambiaban los vapores de dos mundos, y el agua del hemisferio Sur el hemisferio de los grandes mares, sin otros relieves que los triángulos extremos de África y América y las gibas de los archipiélagos oceánicos iba á reforzar, convertida en nubes, los ríos y arroyos del hemisferio Norte, ocupado en su mayor parte por la tierras habitadas.

San Brandán, abad escocés del siglo VI, que llegó a dirigir tres mil monjes, se embarcaba con su discípulo San Maclovio para explorar el Océano en busca de unas islas que poseían las delicias del Paraíso y estaban habitadas por infieles.

Haciendo omision de las rocas, peñas, islotes insignificantes, muchos sin vejetación, otros con solo una especie de aves y algunos insectos como fauna, y la mayoría sin un ser humano que le habite, quedan, como islas habitadas y que solo cuentan, al tratarse de Filipinas, unas cuantas desde la de Luzon, que es la mayor, hasta la de Cagayancillo, que es una de las más diminutas.

Sobre el tocador del doctor había encontrado hacía tiempo un frasco de esencia, y había perfumado su pañuelo, que guardaba como si fuese un objeto precioso, y cuyo perfume saboreaba como saborea un borracho el aroma del vino. Además de las tres estancias habitadas, había en el piso superior otra más, completamente desierta y con una ventana italiana que abarcaba casi por completo la pared.

De estar allá, construiría en uno de estos paseos, que con su sonrisa primaveral parecen burlarse del miedo á la muerte, un gracioso monumento para depositar á Popito, y la visitaría todas las tardes llevándola un ramo de flores. ¡Pero aquí, en medio del mar, tan lejos de las tierras habitadas por los hombres de su especie!...

Forbes, que dividió el mar en diez capas ó pisos superpuestos, hallólas habitadas todas, y en la última, al parecer tan sombría, encontró un pez provisto de unos ojos admirables, que, por lo tanto, ve y tiene bastante luz en un sitio que nosotros nos imaginamos rodeado de tinieblas. Vaya otra libertad de los peces.

La situacion que debe darse á los pueblos es punto sustancial, porque si se pusiesen en los intermedios de los fuertes y fortines, serian víctimas del furor de los indios, á no ser que se precaviesen con estacadas ó foso, ó con un muro de adobes ó tapia. Todo eso seria, á mi ver, gastar inútilmente, sin que yo entienda la ventaja de tal disposicion. Para mi es muy claro que de los blandengues debe esperarse la poblacion de las pampas; no solo porque las defienden y aseguran como soldados, si no tambien porque son pobladores natos y seguros, y lo será su descendencia, dándoles tierras y sitios, y porque su plata es la que ha de vivificar y fomentar á los paisanos. Esto indica lo que conviene hacer, y es, fundar seis villas, situándolas detras y pegadas á los fuertes, de modo que la estacada de estos, opuesta á la que mira á la campaña, sea el frente del S de la plaza. Por supuesto que las calles han de ser arregladas, y que se han de destinar sitios para iglesia, casa de Cabildo, &c. En esta disposicion no necesitarán las villas, muros, estacadas ni foso, porque estando pegadas al fuerte y custodiadas con 75 blandengues, nada habrá que temer. La experiencia confirma este mismo, pues cada fuerte tiene hoy una multitud de casas que le rodean por detras y los dos costados, habitadas por 800 ó 1,000 almas, blandengues y paisanos, que viven tranquilamente, sin otro resguardo que el amparo del fuerte, y no hay egemplar de desgracia. Aun en los fortines se ven bastantes ranchos: en la misma forma, uniendo las villas

De las anteriores islas, solamente están habitadas, según ya dijimos, Guajan, Rota y Saipan, siendo estas dos últimas, miserables asilos en que difícilmente se refleja la escasa vida que disfruta la primera. La isla de Guajan la encuentra el navegante á los 13° 26' lat. N. y 150° 52' long.

Pocos dias despues se descubria, de la cumbre de la cuesta de Petaca, el extendido horizonte de unos llanos calurosos cubiertos de bosques, en cuyo centro se ve sentada la tranquila ciudad de Santa-Cruz-de-la-Sierra. El estudio de esta ciudad y de sus notables contornos ocupó mi atencion por algunos meses: pasados estos, me resolví á penetrar mas adentro en las tierras habitadas.

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