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Actualizado: 17 de junio de 2025
Podía hacer Pep lo que gustase: él no había de volver jamás a aquel lugar olvidado de su juventud. Y como el payés pretendiese hablar de futuras remuneraciones, don Jaime le atajó con un gesto de gran señor. Luego miró a la muchacha. Muy guapa; parecía una señorita disfrazada; en la isla debían ir los atlots locos tras de ella.
El chino, afectando candidez, con su sonrisa la más acariciadora dijo á la dama que escogiese el que más le gustase, pero la dama, más cándida y más acariciadora todavía, declaró que todos los tres le gustaban y se quedó con ellos. Simoun soltó una carcajada. ¡Ah, siñolía! ¡mia pelilo, mia luinalo! gritaba el chino dándose ligeras bofetadas con sus finas manos. El joyero continuaba riendo.
No se cansaba, pues, doña Inés de censurar las ruines inclinaciones de su padre. Le dolía asimismo que su padre gustase tanto en obsequiar a Juana la Larga, suponiendo, según las noticias que le trajo Crispina, que gastaba mucho más de lo que ganaba. ¿Conque juega al tute con ella?
Por esta causa temían estos que sucediese lo mismo aquí y en los otras lugares de su nación, por lo cual, á fin de prevenir el daño propio, le exhortaron á que se fuese á los Paunacas ó á donde más gustase, porque ignorantes ó ciegos en sus errores, no conocían que si por las injurias hechas á la santa cruz les venían tantas desgracias y desastres, la reverencia y devoción que la tuviesen les alcanzaría mucho mejor del cielo la bendición.
Sabía tocar la guitarra rasgueando y de punteo; cantaba como una calandria, tanto las melancólicas playeras como el regocijado fandango. Su memoria era rico arsenal o archivo de coplas, tiernas o picantes, en que la casta musa popular no siempre merecía el mencionado calificativo con que algunos la designaban. No se entienda por esto que doña Inés gustase de conversaciones libres y escabrosas.
A las mujeres no les disgusta esta clase de confidencias: así que, lejos de huirlas, las provocaba, informándose con deleite de todos los pormenores más o menos pueriles de aquellos amores idílicos, tan en consonancia con su edad y su sexo. Miguel rehusaba enseñarle el retrato. Temía que no le gustase.
Principió por donde debía, esto es, por imitar su humildad. Hasta entonces había sido modesta, aunque no tanto que no le gustase verse lisonjeada y aplaudida; mas a partir de esta época no sólo huyó toda alabanza con cuidado, sino que rechazó las que le dirigían y hasta procuró ocultar sus habilidades para quitar a los amigos la ocasión de ensalzarla.
No diga usted esto a nadie, señor cura, pero en el primer momento encontré a mi padre más bien feo; ahora, me gusta su cara de tal modo, que creo que no habría otra alguna que me gustase más. ¡Es todo el mundo tan insignificante a su lado!... Ciertamente, tiene el aspecto menos... ¿cómo lo diré? menos padre de familia que el señor Ravenaz, por ejemplo, el mayordomo de cofradía que cantaba tan fuerte en la misa mayor y hacía cantar con él a sus cuatro hijas y siete hijos, todos dóciles a una señal de sus ojos; o que el señor Tintellier, que sólo tiene un hijo, pero que es tan escéptico y no ríe nunca más que con un lado de la boca, de modo que su alegría se parece al esfuerzo de tragar algo amargo y más da lástima que envidia.
«Señora: «Agradezco infinito al periódico que me procure el honor de escribir a usted sobre un asunto que tanto me interesa. »Soy soltero y estaría bastante resuelto a casarme, si tuviese la suerte de encontrar una mujer que me gustase a mí y no a la servicial persona que quiera mediar para probarme que tal joven me conviene muchísimo.
Como el libro gustase a los emigrados argentinos, lo estimularon éstos, y algunos jóvenes camaradas chilenos, a que escribiese una obra de mayor aliento dentro del género, y así le vino la idea de referir la vida de Juan Facundo Quiroga.
Palabra del Dia
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