Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
Silbaban los guijarros entre las ramas, haciendo caer una lluvia de hojas y rebotando contra troncos y ribazos; los perros barraqueros salían con ladridos feroces, atraídos por el estrépito de la lucha, y las mujeres, en las puertas de sus casas, levantaban los brazos al cielo, gritando indignadas: ¡Condenats! ¡Dimònis!...
Ese descenso interminable, por un camino que la calzada de piedra destruida hace imposible, el sol, que caía a plomo, la mula, cansada, afirmando el pie lentamente en las puntas de los guijarros sueltos, todo empezaba a darnos fiebre.
Uno de los navíos se colocó ante el bote de Gillespie, cortándole el camino, al mismo tiempo que le enviaba una nube de pequeños guijarros con sus catapultas; pero el gigante remó vigorosamente, cayendo sobre él en unos segundos, y lo hizo desaparecer bajo el rudo choque de su proa. En el mismo instante el bote quedó inmovilizado con tal brusquedad, que Edwin casi cayó de espaldas.
El portal era angosto y muy largo. Para llegar á la escalera, que estaba en lo profundo, se corrían mil peligros á causa de las sinuosidades del terreno, en el cual los hoyos, llenos de inmundicia, alternaban con puntiagudos guijarros, alzados media cuarta.
Contraste humillante que se revela con dureza y como irrisoriamente para nosotros, sobre todo en las playas bravías, donde el mar arranca á los derrumbaderos guijarros que vuelve á lanzarles, que vuelve á traer dos veces al día, arrastrándolos con siniestro estrépito cual si fuesen cadenas ó metralla.
No se pudo escudar tan bien don Quijote que no le acertasen no sé cuántos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerza que dieron con él en el suelo; y apenas hubo caído, cuando fue sobre él el estudiante y le quitó la bacía de la cabeza, y diole con ella tres o cuatro golpes en las espaldas y otros tantos en la tierra, con que la hizo pedazos.
Por aquí no pasa un alma... dijo él . Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana... Calla, me parece que siento pasos. Pasos... ¿a ver?... Sí, pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo.
Los menudos pies, montados en altos tacones, vacilaban doloridos cada vez que descendían de la acera al arroyo empedrado con guijarros desiguales. Por esto se apoyaba con fuerza en Ojeda, haciéndole sentir del hombro a la rodilla el adorable y firme contacto de su cuerpo. Volverás, Fernando murmuraba . Se lo he pedido... a quién tú sabes, y así será.
Yo le enseñé la química... pronto se aficionó a los pedruscos, y antes de entrar en la escuela, ya salía al campo de San Isidro a recoger guijarros.... Yo seguía adelante en mi navegación por entre olas y huracanes.... Cada día era más médico.
El corazón le dio un salto; él sabría por qué; y sin vacilar, apoyó los pies en la paredilla de guijarros, cubierta de musgo, que separaba el prado del arroyo, apartó las ramas, se agarró fuertemente a una más gruesa que las otras, y dando un brinco, cayó sobre el césped mullido de una muy hermosa pradera. El paisano, que encorvándose liaba un hacecillo de varas, levantó la cabeza sorprendido.
Palabra del Dia
Otros Mirando