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Actualizado: 10 de junio de 2025


Las corrientes que más encantadoramente presentan esta rítmica sucesión de rincones y pequeñas penínsulas, son los torrentes cuyo cauce se extiende por un amplio lecho de arenas y guijarros, y los riachuelos ó barrancos que corren por prados, entre orillas arenosas que se hunden fácilmente por la acción de la corriente.

Los árboles y las plantas, poco acostumbrados á él, empezaban á sentirse sofocados y demandaban á las nubes, que pasaban volando sobre ellos, algunas gotas de agua; pero las nubes se hacían las sordas y seguían inflexibles su camino por el espacio. Los frutos comenzaban á amarillear; los riachuelos se secaban dejando al descubierto su lecho de guijarros que los rayos del sol tornaba blancos.

El pavimento era de guijarros, y entre ellos crecía el musgo de la humedad. Una frescura de ruina extendíase por esta entrada gigantesca y solitaria. Un gato atravesó el zaguán, saliendo por el orificio de una puerta carcomida de las antiguas cuadras, para desaparecer en los abandonados subterráneos que habían guardado las cosechas en otros tiempos.

Como lo cambiaba á menudo, las tierras plantadas de maíz y los prados que bordaban sus orillas nunca tenían seguro el día de mañana: tan presto regalaban la vista y el oído con sus maíces sonorosos y su verde césped, como molestaban y cansaban los pies con sus redondos ó puntiagudos guijarros.

Iluminóse la fachada de la imprenta con farolillos venecianos. Las bellas y regocijadas artesanas de Sarrió, cogieron, como siempre, la ocasión por los pelos para bailar habaneras y mazurcas sobre los duros guijarros de la calle.

Inmediatamente los arrojé por la ventana, sintiendo un extraño placer al oírlos quebrarse sobre los guijarros de la alameda. Tocole uno a la veneranda cabeza de mi tío que pasaba por allí. La suerte que llevaba sombrero; pero, con todo, hallando este procedimiento fuera de todas las leyes de la buena educación, no pudo contenerse y respondió con una expresiva exclamación.

Los restos que han resbalado desde lo alto de las cimas con las nieves, que han sido empujadas por el hielo, triturados, desmenuzados, arrastrados en pedruscos, guijarros y arenas por el agua, no han vuelto todos al mar, del cual habían salido en periodo anterior: enormes montones quedan aún en el espacio que separa las atrevidas pendientes de la montaña y las tierras bajas ribereñas del Océano.

Este soportal, que bien merece los honores de pórtico, contrasta notablemente con el de las casas que le siguen, bajo y estrecho, y sostenido por pilares redondos y toscos sin ornamento alguno. También se observa la misma diferencia en el piso, que en el soportal de que hablamos es de losa bien aderezada, mientras los demás ofrecen solamente un incómodo pavimento empedrado de guijarros.

Si habéis visto el mar en la estación de los equinoccios, cuando las olas amarillas suben hasta lo más alto de la escollera y los guijarros se entrechocan con estrépito sobre la orilla, cuando el viento aúlla en el cielo negro y el oleaje abate los restos informes de los naufragios, volvedle a ver en verano; no le reconoceréis.

El piso no era terso ni cómodo: los pies bañaban sobre los guijarros y pseudoadoquines, con grave detrimento de los callos: además, se corría peligro inminente de resbalar en alguna corteza de naranja o de sandía o de tomate, de que había buena copia: de los balcones las dejaban caer sin aprensión ninguna sobre los que pasábamos.

Palabra del Dia

rigoleto

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