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Y como si fueran reliquias de los mil curiosos objetos que Fernán-Méndez Pinto hubo sin duda de traer cuando volvió a Europa, se admiraban en aquella antesala broqueles, armaduras, lanzas y sables chinos, japoneses e indostaníes, combinado todo en las panoplias con flechas y cuchillos de pedernal de los tupinambas, de los tupíes y de otras tribus guerreras del imperio brasílico.

Sólo había quedado un aparato volador, algo antiguo, para los servicios extraordinarios, y su tripulación estaba compuesta de señoras maduras, movilizadas por la guerra, que habían permanecido largos años sin ejercer sus habilidades de guerreras del aire. La máquina, que tenía la forma de una paloma, no osó aproximarse mucho al Hombre-Montaña.

El dinero inspiraba una gran veneración al héroe de leyenda, al místico nutrido con sublimidades. Nunca había participado Miguel del entusiasmo que el emperador alemán inspiraba á los snobs. Sonreía ante sus gustos escénicos, sus bravatas guerreras y sus ambiciones cerebrales que intentaban abarcarlo todo.

El capitán vió á través de sus gemelos muchedumbres guerreras ocupadas en los quehaceres del despertar, filas de caballos sin jinete que iban al abrevadero, parques de artillería con sus cañones en alto iguales á tubos de telescopio, pájaros enormes de alas amarillas que emprendían su deslizamiento á ras de tierra con rudo traqueteo y poco á poco se remontaban en el espacio, brillando sus alas enceradas con los primeros fulgores del sol.

Era más que baile un ejercicio gimnástico, un delirio de acróbata, un movimiento frenético como el de las danzas guerreras de las tribus africanas. La hembra no sudaba ni enrojecía: continuaba sus vueltas fríamente, sin apresurar el paso, mientras el compañero, poseído del vértigo de la velocidad, jadeaba con el rostro congestionado, retirándose trémulo de fatiga a los pocos minutos.

Sirvió a Facundo largo tiempo, emigró a Chile y desde allí a Montevideo en busca de aventuras guerreras, donde murió gloriosamente peleando en la defensa de la plaza, lavándose de la falta de Río Cuarto.

«Sigue en tu sepulcro, intelectual peligroso», continuaba Desnoyers mentalmente. Los marroquíes feroces, los negros de mentalidad infantil, los indostánicos tétricos, le parecían más respetables que todas las togas de armiño que desfilaban orgullosas y guerreras por los claustros de las universidades alemanas. ¡Qué tranquilidad para el mundo si desapareciesen sus portadores!

El aventurero sustituyó las botas guerreras por la alpargata o la abarca de piel de potro; la coraza por el peto acolchado de algodón, que le servía de almohada durante la noche; el casco por el morrión de cuero; la capa por el poncho indiano. El indio vino al fin a él interrumpió Zurita sonriendo , pero él hizo la mitad del camino yendo hacia la hembra india.

Ahora sus flotas comerciales y de guerra surcaban todos los océanos, y no había puerto donde la mercancía germánica no ocupase la parte más considerable de los muelles. Sólo necesitaba seguir viviendo de este modo, mantenerse alejada de las aventuras guerreras.

Desde que las naciones comerciantes y agricultoras han colocado su trono sobre las guerreras, no corrompen á los pueblos las riquezas, por no ser ya el fruto de una conquista, sino el prémio de un continuo trabajo, y de una vida enteramente ocupada: y las riquezas, con las canales que las pasan de una á otra parte, son el primer interes de las mismas naciones.