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Y se dirigió a paso largo hacia casa, arrastrando al perro, dispuesto a interpelar al Duque de un modo violento. Mas antes de llegar, tuvo tiempo a reflexionar que su posición era muy delicada. Reñir con el huésped por cosa tan baladí, a los ojos de todo el mundo, por más que a los suyos no lo fuese, pasaría seguramente por el colmo de la grosería.

Estaba convencida de que la cortejaba, pero con tal comedimiento, que no le era fácil decidir la disposición de ánimo que debía adoptar respecto de él: el mucho agrado pudiera parecer liviandad, la esquivez fuera grosería, y despedirle con cajas destempladas era exponerse a que él la pusiese en ridículo encogiéndose de hombros, o acaso diciéndole claramente que se había hecho ilusiones.

Vemos á cada paso que los descubrimientos mas útiles, mas provechosos, mas necesarios, permanecen limitados á esta ó aquella nacion, sin extenderse á las otras durante mucho tiempo, y no propagándose sino con suma lentitud á las mas inmediatas ó relacionadas; ¿cómo es que no haya sucedido lo mismo en lo tocante á la religion? ¿cómo es que de la invencion maravillosa hayan tenido conocimiento todos los pueblos de la tierra, sea cual fuere su pais, lengua, costumbres, barbarie ó civilizacion, grosería ó cultura?

Un resto, con todo eso, del antiguo ceremonial que en su trato tenían adoptado nuestros padres, me obliga a aceptar a veces ciertos convites, a que parecería el negarse grosería, o por lo menos ridícula afectación de delicadeza. Andábame días pasados por esas calles, a buscar materiales para mis artículos.

¡Vamos, silencio! le dijo doña Martina encarándose severamente con él. ¿Tienes ganas de llevarlas otra vez? Miguel no se ríe de ti... ¿Por qué se ha de reír, tontuelo?... Porque ... yo bien lo ... ¡Porque es un hipócrita!... ¡Silencio, te digo... y a comer! Miguel se había puesto muy serio, comprendiendo que había cometido una grosería, y que se la disimulaban por ser convidado.

No: don Juan aborrece la obscenidad y la grosería tanto como se deleita en la belleza y en la gracia.

Los salmonetes no caen en el muelle, don Gil de las calzas verdes profirió el señor de las Casas con su habitual rudeza, por no decir grosería. Solía llamar así, en broma, a su antiguo protegido. caen tal, D. Martín de las Casas blancas profirió con voz sorda Consejero. Los tertulianos rieron, lo cual amoscó un tanto a D. Martín, hombre, como ya sabemos, propenso a irritarse.

El segundo, un jurista muy aficionado a los estudios penales y que había publicado ya varias monografías referentes a ellos. Levantose el P. Gil al verlos. Ellos le saludaron cortésmente, aunque sin darle la mano. Bueno; ahí les dejo a ustedes con el pater dijo el llavero con grosería. Avisen ustedes cuando quieran salir. Y se fue.

A los dieciocho años me escapé de mi casa, imaginando que peor de lo que allí estaba no había de pasarlo en ninguna parte, segura de que, por mala suerte que tuviese, con nada sufriría tanto como aguantando las impertinencias de mi hermanastra, a quien servía de niñera, siendo víctima de la grosería de mi padrastro y del mal genio de mi madre.

La imaginacion las contenia, depuradas ya de la grosería del sentido externo: en ella estaban mas aéreas, mas puras, mas cercanas á la inmaterialidad; pero distaban aun inmensamente del órden intelectual, y llevaban consigo el peso de las condiciones materiales que no les consentia levantarse á la altura necesaria para que pudiesen ponerse en comunicacion con el entendimiento puro.