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Actualizado: 15 de mayo de 2025
¡Pero vea usted! dijo Melchor contemplando bondadosamente a Garona. ¡Cómo se aclimatan estos gringos!... ¡Quién había de decirle, don Saverio, que iba usted a tomar mate en su vida?
Los hijos de Karl, que ya eran cuatro, y se movían en torno del abuelo como un coro humilde mantenido á distancia, contemplaban con envidia estas dádivas. Para agradarle, un día en que le vieron solo se acercaron resueltamente, gritando al unísono: «¡Abajo Napoleón!» ¡Gringos atrevidos! bramó el viejo . Eso se lo habrá enseñado á ustedes el sinvergüenza de su padre.
Momentos después se presentó Baldomero, de cuyo poncho se escurría el agua por las puntas y dirigiéndose a Melchor le dijo: Son dos gringos... mercachifles... que piden pasar la noche; ¡pero cómo llueve!... Pobres infelices dijo Lorenzo al mismo tiempo que Ricardo incorporándose al grupo preguntaba: ¿Qué es lo que hay? Vea, Baldomero, dígales que esto no es posada.
¡Qué?... ¿Los vas a echar, Melchor?... Déjelos, don Melchor dijo Baldomero, que duerman en la caballeriza... ¿qué mal pueden hacer?... ¡Llueve tan feo!... ¡Como han venido, que se vayan! No hagas eso, Melchor. ¡Pero! ¿qué es lo que hay? repitió Ricardo. Dos gringos, ché le contestó Melchor, dos bribones... que quieren pasar aquí la noche. ¿Y...? déjalos...
El asegura que es de gran familia, pero ¡vaya usted á saber de estos gringos!... Todos los muertos de hambre, al venir á América, la echamos de hijos de príncipes. A éste lo había tuteado Madariaga desde el primer instante, no por agradecimiento, como á Desnoyers, sino para hacerle sentir su inferioridad.
A mí no me gusta hablar de nadie, cada uno que se arregle con Dios; pero, francamente, señor: ¡esa niña que parece una cómica, y fuma, y no respeta a su madre! ¡Y ese padre que no la reta y se ríe de sus travesuras!... Que viva cada uno a su gusto, pero yo no quiero tratos con gringos de tal clase.
Los gringos de América, cuando no beben, son buenazos. Yo tengo una amiga que se casó con uno que es maquinista, y lo lleva de la nariz adonde quiere. Conozco otra que... Pero la amazona no sentía interés por tales historias, y la interrumpió: Entonces, don Ricardo no vino anoche. Ni anoche ni las otras noches. Entoavía no ha aparecido por aquí.
El doctor Zurita y otros argentinos abandonaron la tranquilidad zumbona con que habían presenciado hasta entonces las «pavadas de los gringos», para hacer señas a Isidro, incitándole a que diese gusto a las familias. «¡Ah, gaucho valiente!... ¡A ver si hacía una de las suyas!» Hasta los niños palmoteaban con entusiasmo. «¡Don Isidro!... ¡Que salga don Isidro!» El héroe se levantó, saludando con ironía y orgullo al mismo tiempo.
Madariaga le interrumpió, fatigado de tanta grandeza. «Mentiras... macanas... aire.» ¡Hablarle á él de noblezas de gringos!... Había salido muy joven de Europa para sumirse en las revueltas democracias de América, y aunque la nobleza le parecía algo anacrónico é incomprensible, se imaginaba que la única auténtica y respetable era la de su país.
A los gringos les concedía el primer lugar para la invención de máquinas, para los barcos, para la cría de animales de precio, pero todos los condes y marqueses de la gringuería le parecían falsificados. Todo farsas volvió á repetir . Ni en tu país hay nobleza, ni tenéis todos juntos cinco pesos.
Palabra del Dia
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