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Actualizado: 15 de mayo de 2025
¡Qué puede esperarse de extranjeros, de gringos que carecen de fervor político y no son del partido!... Es natural, tratándose de dos capitanes genoveses. Pero él y Morales, con su agilidad de hijos de la selva, saltaron en el vacío negro, cayendo precisamente sobre el borde de la cubierta fugitiva.
Los premios dados por el Gallego no eran gran cosa: un billete de veinte pesos, pañuelos de vistosos colores, un tarro de ginebra; pero los gauchos, orgullosos de sus espuelas, de su cinturón y de su cuchillo con mango de plata, venían á triunfar por el honor y la gloria, regresando á sus ranchos satisfechos de haber demostrado su guapeza ante los gringos trabajadores, incapaces de montar un caballo bravo.
Delante de la gente balbuceaba preguntas sobre los progresos de los gringos, abriendo los ojos con asombro cuando la joven le hablaba de la grandeza de su amada Columbia University, en la que había pasado sus mejores años. Usted dirigirá una Universidad igual ó parecida, señorita: yo se lo prometo. El gobierno dará los millones que se necesiten para construirla.
Hasta a los gringos de las balleneras se les cae la baba cuando canta usted. Los resuellos chillones del acordeón habrían seguido, junto con los gemidos de la guitarra, si las músicas militares no hubiesen anunciado que la columna, formada ya, se ponía en marcha a lo largo del muelle.
Pero ¿ha visto usted me decía qué joyas tan bellas producen esos gringos? La joya bella era el automóvil recién llegado: una máquina esbelta, ligera, incansable, como un corcel de ensueño. No quiero decir la marca. Creerían ustedes que estoy pagado por la casa constructora. Baste decir que era un gran automóvil, el mejor de los Estados Unidos, y no añado más. Yo lo admiraba tanto como mi general.
El desprecio era porque ignoraba el guaraní y hablaba mal el español, signos evidentes de inferioridad mental. Además, como todos los gringos, tenía los pies enormes y calzaba zapatos que parecían navíos, lo que denuncia un origen ordinario en un país donde los hombres ostentan el pie pequeño y alto de empeine, lo mismo que una dama.
Estando una vez preso por haber practicado un robo en la fábrica de baldosas "La Fe", y respondiendo a alguien que le preguntó si era cierto lo del almacén, dijo: ¿Cómo no?... ¡Si yo vi que los gringos se hacían los dormidos y me aproveché!
Che, Maltrana; venga para acá, galleguito simpático... Tome uno de hoja. Y le entregó un cigarro enorme, al mismo tiempo que añadía en voz baja: Siéntese, amigo, y conversemos... Diga qué le pareció esta fiesta de los gringos. ¡Qué pavada! ¿no?... Ojeda salió a la cubierta.
Ni un pedazo de tabaco le dan al pobre soldao, y lo tienen, de delgao, más ligero que un guanaco. 133 Pero qué iba a hacerles yo, charabón en el desierto; más bien me daba por muerto pa no verme más fundido: y me les hacía el dormido aunque soy medio despierto. V Gringos en la frontera. La estaquiada.
Los gringos trasladaban los árboles del sitio donde los había hecho nacer Dios: ¡y todo por una mujer!... Las gentes del pueblo eran más atrevidas en sus juicios, formulándolos á gritos. Algunas mujeres, las mejor vestidas, censuraban á la marquesa: ¡La grandísima... tal! ¡Las cosas que los hombres hacen por ella!
Palabra del Dia
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