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Fui el primero que introdujo acabar las coplas como los sermones, con «aquí gracia y después gloria», en esta copla de un cautivo de Tetuán: Pidámosle sin falacia al alto Rey sin escoria, pues ve nuestra pertinacia, que nos quiera dar su gracia, y después allá la gloria. Amén. Estaba viento en popa con estas cosas, rico y próspero, y tal, que casi aspiraba ya a ser autor.

Díles á entender la hermosura de la gracía, y la fealdad del pecado, la eternidad consabida en uno y otro extremo de pena y gloria, con la duracion del alma, y otros puntos que juzgué por convenientes, los que oyeron con gusto: y tratándoles de reduccion, un ladino, llamado Lorenzo, me respondió lo mismo que ya me habia informado Ignacio, su compañero; por lo que conocí de cierto en estos deseo de reducirse.

Propongo, pues continuó el excelentísimo señor cabo, ministro de la Guerra, el siguiente decreto que traigo para la firma. «Yo, don Carlos V, por la gracia del reverendísimo padre Vaca, y del excelentísimo señor Cuadrado, emperador de, etc. aquí los reinos todos.

El encanto, la gracia, la inocencia de la niña no lograron apoderarse por completo de la señorita Guichard, que no fué verdaderamente sensible más que al útil apoyo que le proporcionaba aquella criatura, en su lucha contra Fortunato.

Como las notas de una dulce y melancólica música que llega notando en las alas de la noche y del silencio, y que más bien sentimos que oímos; como la suave exhalación de la violeta que fenece sobre el sentido que hechiza; como el copo de nieve que se disuelve en el aire antes que lo haya empañado la tierra; como la ligera marea separada de la fuerte ola que una ráfaga la destruye, tal era su naturaleza, rebosante de esa modestia, gracia y ternura, sin las cuales una mujer no es mujer.

El sacará la primera piedra con aclamaciones de Gracia, gracia a ella. 8 Y vino palabra del SE

La generala había empleado ya muchas veces este recurso, y siempre con el mismo éxito. A Miguel no le caían en gracia estas ideas lúgubres y procuraba llevar la conversación hacia otro punto. Esta vez la cortó levantándose del diván donde ambos estaban sentados y cogiendo el sombrero.

Supieron esto los Misioneros y lloraron de consuelo pareciéndoles un prodigio de la gracia en una nación tan soberbia y vengativa.

Haciendo su amo excepción de la firmeza en cuanto á la benevolencia, la ejercitó en el odio hasta la muerte. El privado había subido á la cúspide de los honores y grandezas: todo lo perdió en un instante con la gracia del Rey, que aprisionó á sus hijos con el fin de que no le asistieran.

Había oído hablar muchísimo de este personaje y tenía la cabeza llena de sus extravagancias y proezas tabernarias: había visto en los teatros una pieza suya titulada El que nace para ochavo, no desprovista enteramente de gracia: no quise, pues, perder la ocasión de conocerle.