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Actualizado: 4 de junio de 2025


El aire, los frijoles, el mamey, las enchiladas, el quitil... hasta el pulque con que se desayunaba muchos días para matar el gusanillo, todo lo de allí le caía como en su molde propio, y le abría el apetito y se convertía en substancia apenas engullido. Deploraba su gordura solamente por lo que la molestaba para sus quehaceres domésticos, pues para andar por la calle tenía volanta.

Es uno de ellos el oso pescador, desabrido, vagabundo bajo su valiosa piel y su gordura, que le permite ayunar á intervalos. El otro, de aspecto singular, á cierta distancia parece un pez sentado sobre su cola, pez mal conformado y desmañado, con largas nadaderas colgantes. Este semi-pez es el hombre. Ambos se ventean y se buscan: los dos están hambrientos.

Las plantas blandas y gelatinosas, con órganos redondos que no parecen ni tallos ni hojas, afectando gordura, la dulzura de las curvas animales, diríase que quieren engañar al que las mira y hacerse pasar por seres del reino animal, mientras que los animales verdaderos parece como que se ingenian para ser plantas y asemejarse á los vegetales, pues imitan todos los caracteres del otro reino.

Todo su cuerpo era corto y redondeado, lo mismo que sus pies y sus manos; el talle un poco grueso, los brazos un poco carnosos, las caderas un poco pronunciadas; demasiada gordura, si os parece, pero la gordura graciosa de una codorniz, la redondez sabrosa de una hermosa fruta. Don Diego se la comía con los ojos con una admiración infantil. ¿Es que los enamorados de todas las clases no son niños?

Su corpulencia era pesadez; su gordura hinchazón; su cara sonrosada de otros días, una máscara violácea y amarillenta que parecía llena de contusiones. La nariz colgante casi le tocaba a la boca, y en el pelo negro, como ala de cuervo, aparecían y se propagaban las canas rápidamente. Los negocios de Estado, en aquellos días más graves y espinosos que nunca, le aburrían 13 y le preocupaban.

Su pecho era desproporcionadamente abultado, su cuello corto, las caderas y el talle bien torneados, y las costuras de las mangas parecían próximas a reventar por causa de la gordura creciente de los brazos. La cabeza era bonita, de poco pelo y muy bien arreglada.

Se había puesto excesivamente, monstruosamente gruesa; el pecho desbordaba del corsé; la cintura, salida de madre, invadía las caderas; los brazos, del codo al hombro, tenían más de muslos que de brazos; el cuello, corto, con un collar de grasa, que caía en blanda papada sobre el cuerpo del vestido, manchado por la transpiración y los polvos de arroz; la cara, mofletuda, colorada, reluciente; los ojos, enterrados en tanta gordura, lacrimosos, a la sombra de un flequillo postizo, que se encrespaba sobre las cejas peladas... Y encima del peinado pretencioso, una capota rosa, una capotita monísima... ¡Qué bajón tan grande había dado la señora de Esteven!

Su gordura y su entusiasmo por los toros le habían hecho retirarse del servicio, y pasaba el verano viendo corridas y el invierno hablando de ellas... ¡Ser el guía, el mentor, el apoderado de una espada!... Cuando sintió este deseo todos los maestros tenían ya el suyo, y fue para él una fortuna la aparición de Gallardo.

; sir Carlos, que, como probablemente usted lo sabe, posee una gran colección de armas antiguas, me ha dicho que en la Florencia medioeval acostumbraban impregnar la gordura animal con algún veneno muy poderoso y luego frotaban con esa mezcla la hoja perforada.

Tenía su mismo aire majestuoso, y comenzaba a iniciarse en ella un principió de gordura, lo que la hacía parecer de más edad.

Palabra del Dia

rigoleto

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