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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Entonces oyó que llamaban a la puerta, y fue a abrir para que entrasen la Teodora y otra vieja. ¿Cuánto tiempo había transcurrido?... Las gitanas llegaban corriendo, alarmadas por el recado de Salguero, pero Isidro creyó que había pasado algo así como un siglo.
Muchos militares... Grandes partidas de dominó y de billar. Cuestiones de honor. Toros. Juergas. Broncas. Nubes de limpiabotas, de vendedoras de décimos de la Lotería, de gitanas que dicen la buenaventura, de músicos ambulantes, de ciegos, de cojos, de paralíticos... Indudablemente, España no ha cambiado. Y es posible que nosotros mismos no hayamos cambiado tampoco.
Varias le saludaron llamándole por su nombre, porque era hombre popular y conocido en todas las clases sociales. «Adiós, Velázquez. Adiós, guapo. Adiós, elegante.» Respondía y apretaba el paso, porque no le pedía el cuerpo conversación. Sin embargo, en la calle de la Amargura, de un grupo de mujeres disfrazadas de gitanas se destacó una que logró abordarle.
Fuéronse, y juntáronse con las muchas labradoras que a la hora de las avemarías suelen salir de Madrid para volverse a sus aldeas, y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las gitanas, y volvían seguras. Porque la gitana vieja vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa.
No le llevaron hasta otro día, y en el que allí estuvo pasó Andrés muchos martirios y vituperios, que el indignado Alcalde, y sus ministros, y todos los del lugar le hicieron. Prendió el Alcalde todos los más gitanos y gitanas que pudo, porque los más huyeron.
¿Son ustedes andaluzas? preguntaba intencionadamente a las hembras sentadas en corro sobre el duro suelo, mirándose silenciosas, con la mandíbula apoyada en una mano. ¡Nosotras andaluzas! exclamaban ofendidas . Somos mujeres de nuestra casa. Nosotras no salimos a engañar a la gente. Eran gitanas manchegas.
No importa, lo guardaré en el fondo del pecho y allí lo tendré sin comunicárselo a nadie, como un recuerdo precioso de usted. ¡Anda! ¡Cualquiera diría que es usted gallego! Con esas palabritas gitanas, más parece usted un gaditano. ¿El nombre? Nada, no quiero que se lo guarde usted en el pecho. Le va a producir catarros. Guasitas, ¿eh? Además, ¡quién sabe los que tendrá usted ya ahí almacenados!
Las gitanas, al volver de Madrid, traían comestibles de las tiendas; viandas crudas para guisarlas en presencia de la familia.
Admirado quedó Andrés de la resolución de la Carducha, y con la presteza que ella pedía le respondió: Señora doncella, yo estoy apalabrado para casarme, y los gitanos no nos casamos sino con gitanas: guárdela Dios por la merced que me quería hacer, de quien yo no soy digno.
A las jóvenes, les gustaba mostrar el palmito y la esbeltez de su talle, con algún traje histórico. Había damas venecianas, romanas, del bajo imperio, hebreas, de la época de Luis XV, del Directorio, de Felipe II, y hasta pasiegas de los tiempos más recientes. Había también, algunas gitanas, nigrománticas y cautivas.
Palabra del Dia
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