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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Otros mensajeros saqueaban nuestras iglesias y nuestros palacios, llevándose los brocados históricos de casullas y frontales, el tisú y los terciopelos con bordados y aplicaciones, y otras muestras riquísimas de la industria española. Al propio tiempo arramblaban por los espléndidos pañuelos de Manila, que habían ido descendiendo hasta las gitanas.
¡Juy, Pare Santo! ¡Y qué mal genio gasta el señó!... ¡Ni que juese el Livanó que toma las declarasiones!... ¡En el estaribel te veas, mardito, y que el Baró no quiera sacarte ni con fianza!... Cuando pasado mediodía cesaba la afluencia en el mercado, las gitanas, en vez de volverse a las Cambroneras, seguían hacia el centro de Madrid, callejeando hasta la caída de la tarde.
Será rico, será buen mozo, será conde, será todo lo que el general quiera, aunque yo sospecho, no sé por qué, que ha de ser un señorito andaluz, nacido y criado en un poblachón, ceceando mucho, echándola de gracioso, y más a propósito para brillar en las ferias, vestido de majo, y cautivar el corazón de las gitanas y de las chulas, que para mostrarse como conviene en los salones elegantes, inspirar amor verdadero y profundo a una señorita bien educada y hacerla luego dichosa.
Moras, judías, chinas, damas godas, venecianas, griegas, romanas, de Luis XIV, del Imperio, etc., etc.; reinas, esclavas, ninfas, gitanas, amazonas, sibilas, chulas, vestales, paseaban amigablemente del brazo o formaban grupos charlando y riendo entre caballeros del siglo pasado, soldados de los tercios de Flandes, pajes y nigrománticos.
Las gitanas, cobrizas y charlatanas como brujas, asediaban a Carmen con profecías venturosas. ¡Que Dios la bendijera! Iba a tener un chiquillo, un churumbel más hermoso que el sol. Se le conocía en el blanco de los ojos. Ya estaba casi a la mitad del camino...
Repararon las gitanas en viéndole y pusiéronsele a mirar muy de espacio, admiradas de que a tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar, a pie y solo. El se llegó a ellas, y hablando con la gitana mayor, le dijo: Por vida vuestra, amiga, que me hagáis placer que vos y Preciosa me oyáis aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho.
Las dos son negruzcas, flacas, con aire de gitanas, pero jamás se verán en toda su vida tan admiradas y obsequiadas.
No hay perro ni gato en el lugar que no esté ya al corriente de todo. Lo único que parecía posible ocultar era la duración del coloquio hasta las dos de la mañana, pero unas gitanas buñoleras te vieron salir de la casa y no pararon hasta contárselo a todo bicho viviente.
Y más, que no quiero yo que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquerido de codiciosas y aprovechadas. ¿Cien escudos quieres tú que deseche, Preciosa, y de oro en oro, que pueden andar cosidos en el alforza de una saya que no valga dos reales, y tenerlos allí como quien tiene un juro sobre las yerbas de Extremadura?
En esta canción india, todas las razas que han pasado por este suelo han llevado una adición ó una nota. Como dejamos dicho, se asemeja á las canciones gitanas, las cuales ni se aprenden, ni se inspiran en la pauta sino en la vívida luz de unos ojos de fuego, en el dolor intenso de una perfidia ó en el triste recuerdo que sintetiza un acerbo dolor.
Palabra del Dia
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