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Actualizado: 8 de junio de 2025
Una señora gorda, de aspecto bondadoso, hallóse en aquellas apreturas al lado del niño, llevando de la mano a un chiquillo gordinflón que sólo había obtenido un premio de gimnasia. Notó este las lágrimas de su compañero, y tirando de las faldas a la señora, le dijo al oído: Mamá... mamá... Luján está llorando.
El viejo y el niño iban vestidos lo mismo, pantalón de lienzo blanco, una almilla rayada ceñida al cuerpo, zapatillas y cinturón de lona. Este ligerísimo traje era el más a propósito para hacer gimnasia, sobre todo en las horas calurosas del mes de julio.
En el alto mundo, el flirt, el abominable, el odioso flirt, inventado por alguna americana sin temperamento, la vanidad disfrazada de Cupido, el ridículo en vez del placer, la vanagloria en vez de la pasión, el flirt, mezcla del viejo patitismo italiano y del cant británico, gimnasia del cretinismo social, obliteración de la naturaleza, traducción grotesca de un canto divino.
La llaman «la Generala» por su carácter algo varonil, por la rudeza con que trata á veces á las gentes. ¡Una mujer extraordinaria! ¡Una verdadera amazona!... Tira á las armas, hace gimnasia, nada en los ríos en pleno invierno, y además tiene una voz como un suspiro de brisa, gorjea al hablar como un pájaro, parece que va á desmayarse á la menor emoción lo mismo que una niña tímida... ¿Quieres saber quién es?... Se llama Clorinda; un nombre de poema y de comedia antigua.
Gustábale calzarse en el pie derecho el grueso escobillón, y arrastrando el paño con el izquierdo, andar de un lado para otro en la vasta pieza, con paso de baile o de patinación, puesta la mano en la cintura y ejercitando en grata gimnasia todos los músculos hasta sudar copiosamente, ponerse la cara como un pavo y sentir unos dulcísimos retozos de alegría por todo el cuerpo.
Los jugadores de poker habían terminado sus partidas, prudentemente, al ver invadido el salón por una banda de locos que gritaban discursos subiéndose a las mesas, ensayaban suertes de gimnasia con las sillas o se tendían en los divanes colocando los pies entre las copas.
Cayó pesadamente al suelo sin decir ¡ay! Los demás huyeron. Nada; ni un gemido, ni el más leve movimiento. El bastón era realmente pesado, y yo he tenido toda la vida la manía de la gimnasia. Me apresuré, con mano temblorosa, á sacar la caja de cerillas y encendí un fósforo... No puedo describirle lo que en aquel instante pasó por mí.
Creo que esto se llama el «corintianismo»... Y me encuentro mejor que nunca. Antes necesitaba subir algunas mañanas, con Valeria y Clorinda, al Tennis de la Festa para jugar hasta rendirme. Ahora, después del arreglo de mi habitación y de ayudar á las otras, no necesito los deportes. Hago la gimnasia del pobre. Un largo silencio.
Todo el encanto radicará en la dicción, en la distribución hábil, apenas perceptible, de los acentos, en la suavidad con que la intención resbale de una sílaba en otra. Es una gimnasia de inagotables actitudes, un dinamismo altamente educador, que suelta, fortalece y sutiliza la anatomía del aparato vocal. ¿Se me dirá que tantos refinamientos son excesivos?... ¡No!
La raza es de lo más sano y hermoso que he conocido en España, y yo creo que son partes principalísimas de ello la continua gimnasia del monte, la abundancia de la leche y la honradez de las costumbres públicas y domésticas.
Palabra del Dia
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