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Gracias a la energía indomable de mi carácter pude luchar, sin embargo, y logré triunfar. Es la ley de la selección que ya conoce usted. Realmente necesité verme admirablemente dotado por la Naturaleza para no haber perecido hasta ahora. D. Pantaleón se mostró profundamente interesado por estas confidencias, y su admiración hacia Moreno, aquel germen tan apto, creció desmesuradamente.

Es la primera lo mucho que Francia me agrada. ¿Cuanto más natural es que el germen de la civilización europea haya nacido y florecido, desde antiguo, en aquel feraz y riquísimo jardín, en aquel suelo privilegiado, que no en la Mesopotamia o en las orillas del Nilo?

Aquí igualmente se veía el germen del mercader de arrugado ceño, barba gris y rostro devorado de inquietud, en el joven dependiente, lleno de viveza, que va adquiriendo el gusto del comercio, como el lobezno el de la sangre, y que ya se aventura á remitir sus mercancías en los buques de su principal, cuando sería mejor que estuviera jugando con barquichuelos en el estanque del molino.

Sólo quedaba, allá en lo más hondo, un pequeño rincón, donde no penetraba bien la luz, y donde, de cierta manera confusa, había como un germen, como una semilla apenas perceptible de disgusto y de intranquilidad. Doña Luz, sin darse bien cuenta de ello, por instinto salvador, trataba de arrancar aquella semilla, de ahogar aquel germen, a fin de que no brotase de él la hierba ponzoñosa.

Dice Henri Blaze, «¡cuántas ideas pone la tradición en el aire en estado del germen, a las que el poeta da vida con un soploEsto mismo nos parece aplicable a estas cosas, que nada obliga a creer, pero que nada autoriza tampoco a condenar. Un origen misterioso puso el germen de ellas en el aire, y los corazones creyentes y piadosos le dan vida.

Y después de permanecer largo rato silencioso, con la mirada fija en el balcón, profirió al fin sordamente: La Naturaleza no ha sido para suave como para otros. Yo soy un hombre del arroyo. Entre torbellinos de polvo, arrastrado por el viento, un germen viene a caer cierto día en las inmundicias de la calle.

Y cuando hubiera podido amar a ese muchacho, cuando se hubiera sentido orgulloso de confesarlo por hijo suyo, veíase condenado a olvidarle, a comprimir en lo más secreto de su corazón los fuertes impulsos de su ternura. Lo mejor que podía hacer en favor de este hijo suyo era marcharse y no verle nunca más... Había de ahogar en germen ese amor que hubiera sido para él un verdadero consuelo.

Por desesperada que sea la situación, puede siempre producirse una reacción y ahora más que nunca, puesto que la enfermedad está todavía en sus primeras fases. Ciertamente, a la enferma no le sobran fuerzas, y esa es la parte más triste. Sin embargo, quizá conseguiremos ahogar el mal en su germen, y entonces todo se habrá salvado.

Sucédele lo que a una joven bella que sale de la adolescencia; no conoce el amor todavía, ni sus goces; su corazón, sin embargo, o la naturaleza, por mejor decir, le empieza a revelar una necesidad que pronto será urgente para ella, y cuyo germen y cuyos medios de satisfacción tiene en misma, si bien los desconoce todavía; la vaga inquietud de su alma, que busca y ansía, sin saber qué, la atormenta y la disgusta de su estado actual y del anterior en que vivía; y vésela despreciar y romper aquellos mismos sencillos juguetes que formaban poco antes el encanto de su ignorante existencia.

Si el teatro español no hubiese abandonado este peldaño, no hubiera tampoco resuelto el problema de su destino, y renegara de la preexistencia de sus orígenes, muy á propósito para la formación posterior de un drama elevado, verdaderamente popular. Ya en general aparecen determinados los rasgos fundamentales del teatro nacional, y sólo falta separar el germen de las envolturas que lo cubren.