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Actualizado: 16 de junio de 2025
Vuestra merced sabrá que este gentilhombre acaba de ganar ahora en esta casa de juego que está aquí frontero más de mil reales, y sabe Dios cómo; y, hallándome yo presente, juzgué más de una suerte dudosa en su favor, contra todo aquello que me dictaba la conciencia; alzóse con la ganancia, y, cuando esperaba que me había de dar algún escudo, por lo menos, de barato, como es uso y costumbre darle a los hombres principales como yo, que estamos asistentes para bien y mal pasar, y para apoyar sinrazones y evitar pendencias, él embolsó su dinero y se salió de la casa.
Fue gentilhombre con ejercicio y disfrutó de las ventajas y preeminencias que su caudal y nacimiento le concedían; pero no bastaban a saciar aquel corazón henchido de arrogancia. La extraña amalgama de la aristocracia de la sangre con la del dinero le hería y le irritaba.
Allí viene el Condestable prudentísimo Velasco, gentilhombre de la cámara de su Majestad, con su hermano el Marqués del Fresno. El Duque de Hijar le sigue, Silva, y Mendoza, y Sarmiento, marqués de Alenquer y Ribadeo, gran cortesano y hombre de a caballo grande en entrambas sillas , que por el último título que hemos dicho tiene previlegio de comer con los Reyes la Pascua deste nombre.
En seguida se sentó junto á la mesa, y abrió su libro de devociones. No tardó mucho un gentilhombre en decir á la puerta de la cámara: Señor: don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, señor de la Torre de Juan Abad. Y pobre dijo entrando en la real cámara Quevedo. Se detuvo el gentilhombre y Quevedo adelantó. El rey seguía leyendo, como si no hubiera visto á Quevedo.
Caballero a carta cabal, un gentilhombre a toda prueba, solo, sin hijos ni parientes, había tomado la vida con una suprema frialdad y se le importaba muy poco del mundo en todo aquello que no fuera para él materia de honra.
Leía con avidez el relato de las recepciones palaciegas, conocía la etiqueta tan bien como un gentilhombre de cámara, cómo se saludaba a los reyes, cómo se les besaba la mano, cuándo se había de hablar en su presencia, cómo había que retirarse. Sabía los nombres y la biografía de cada uno de los miembros de la real familia y también los de los nobles más caracterizados de la corte.
Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese; mandóle el Concejo pintar las armas de Su Majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada, y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas; volvió el dinero, y, con todo eso, se casó a título de buen oficial; verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre.
Fue después esposa del conde de Lligonnés, gentilhombre de la Lozare; en este matrimonio tuvo una familia muy numerosa que fue modelo de virtud y de nobleza. Esta familia vive hoy en Mende, respetada y querida de todos.
Mira de Mescua, capellán de los Reyes de Granada; el licenciado Mejía de la Cerda, relator de la Chancillería de Valladolid; el licenciado Navarro, colegial de Salamanca; D. Francisco Quevedo Villegas, caballero de la Orden de Santiago, señor de la villa de la Torre de Juan Abad; Luis Vélez de Guevara, gentilhombre del conde de Saldaña; D. Luis de Gonzaga, prebendado de la Santa Iglesia de Córdoba, y Lope de Vega Carpio, secretario del duque de Alba y del conde de Lemos.
-Léamela vuesa merced, señor gentilhombre -dijo Teresa-, porque, aunque yo sé hilar, no sé leer migaja. -Ni yo tampoco -añadió Sanchica-; pero espérenme aquí, que yo iré a llamar quien la lea, ora sea el cura mesmo, o el bachiller Sansón Carrasco, que vendrán de muy buena gana, por saber nuevas de mi padre. -No hay para qué se llame a nadie, que yo no sé hilar, pero sé leer, y la leeré.
Palabra del Dia
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