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Actualizado: 4 de julio de 2025
Si su gas tiene más intensidad, ¿cómo no se elevan por sí solos, cómo no se sobreponen a los otros? Esta investigación me conduciría muy lejos. Mi objeto no ha sido más que pintar el hombre-globo de nuestro país: un artículo de física no puede ser largo: si fuera de política sería otra cosa.
Hay en Venecia buenos hoteles y cafés, tiendas elegantes, profuso alumbrado de gas, sociedad amabilísima y fácil, bibliotecas, muchísimos edificios notables, buenas librerías.
A la entrada de la verja, sobre sendas columnas de mármol gris, dos niños de bronce alzaban sus bracitos gordezuelos para sostener una bomba de cristal mate, que protegía un mechero de gas.
Todo progreso tiene inmediata acogida entre los Catalanes; y, lo que es mas notable aun, sus progresos ó sus obras son el resultado de sus propios esfuerzos y recursos. En Cataluña hasta los pueblos de tres mil habitantes tienen su alumbrado de gas, y el vapor ruge en todas partes como el motor de los grandes trabajos de fabricacion.
Así ataviada, y en todo semejante a una avispa, la gentil muchacha anduvo largo rato por un pasillo, hasta que, viendo a don Quintín sentado bajo el mechero de gas y enfrascado en la lectura, se le acercó y le dijo, aludiendo al periódico que tenía en las manos: Si ve usted en los anuncios que alguien busque casa para vivir en compañía, dígamelo usted, que tengo un gabinete muy mono.
Seguro que aquella noche iban a Colón, como que tenían abono a palco bajo, con mucho relampaguco de piedras y mucho crujir de seda; entretanto, ellos comerían su carbonadita en paz y gracia de Dios y se acostarían a la hora de las gallinas, para no gastar mucha luz, pues el gas está cada día más caro.
El canton de Soleure, cuya capital baña el Aar, es muy comercial, tiene fábricas de algodon, de gas, tabaco y otras industrias: el de Turgovia, industrial y fabril; muchas fábricas de tejidos de seda: Schaffhouse, capital del canton del mismo nombre, y patria del grande historiador Muller, tiene tambien mucho comercio por el Rin.
La idea de perdernos no nos contrariaba mucho, porque saboreábamos de antemano mano el gusto de salir al fin a puerto sin auxilio de práctico y por virtud de nuestro propio instinto topográfico. El laberinto nos atraía, y adelante, adelante siempre, seguíamos tan pronto alumbrados por el sol como por el gas, describiendo ángulos y más ángulos.
Encuéntranse seres vivientes en las aguas á una temperatura de ochenta á noventa grados de calor: y cuando el globo enfriado bajó á esa temperatura, entonces se hizo posible la vida. El agua había absorbido en parte el elemento de muerte, el gas ácido carbónico. Se pudo respirar.
Recuerdo que me chocó el olor a gas que denunciaba una ciudad en la cual se vivía de noche lo mismo que de día, y la palidez de los rostros que no parecían sino de enfermos. Reconocí en aquel matiz el de Oliverio, y comprendí mejor que antes que tenía distinto origen que yo.
Palabra del Dia
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