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El valor, la serenidad, la perfecta hidalguía de que han dado gallarda muestra lo atestiguan mejor que pueden hacerlo mis humildes palabras. Inútil y temerario y contrario a todas las leyes de humanidad sería que prosiguiesen dando iguales pruebas.

Pocos minutos después saltaban ladrando en la glorieta dos perros de caza y detrás de ellos una gallarda joven de tez morena, cabellos negros ensortijados que apretaba una gorrilla rusa de piel, pecho exuberante, amplias caderas ceñidas por una falda corta de color gris, calzada con botas altas y llevando colgada del hombro una primorosa carabina.

Y el mismo gascón descorchó las botellas y sirvió a los presentes con gallarda alegría. Entonces pudo ver Pablo que las cinco visitas habían tomado completa posesión de su casa. Encendidas nuevas luces, estaban diseminadas por la sala, en familiares posturas y cómodos sitiales. El único que permanecía en un rincón, fosco y como inspirado, era fray Anselmo.

Lloró la gran vitoria el turbio Esgueva, Pisuerga la rió, rióla Tajo, Que en vez de arena granos de oro lleva. Del cansancio, del polvo, y del trabajo Las rubicundas hebras de Timbreo Del color se pararon de oro baxo. Pero viendo cumplido su deseo, Al son de la guitarra Mercuriesca Hizo de la gallarda un gran paseo.

La vanidad de Platón cayó de golpe cuando más se remontaba, y no encontrando aplicación adecuada a su personalidad, se estrelló en la conciencia de su estolidez. «Yo... para tirar de un carromato pensó . Después dejó caer la varonil y gallarda cabeza sobre el pecho y estuvo meditando un rato sobre el por qué de su perra suerte.

A ver qué cosa... La señora se aboca con Castelar... que me tiene tanta tirria... o con el Sr. de Pi. Déjeme usted a de pi y de pa... Yo no le puedo dar a usted ningún destino. Pues si no me dan la ministración del Pardo, el hijo se queda aquí... ¡hostia! declaró Izquierdo con la mayor aspereza, levantándose. Parecía responder con la exhibición de su gallarda estatura más que con las palabras.

Pensando en esto, ella daba vida en su mente a una gallarda utopía, es decir, a la existencia posible de un populacho fino o de una plebe elegante y bien vestida. Pero esto, ¿no era una atrevida excursión al porvenir?

dijo Avendaño , mi compañero Lope Asturiano servirá de traer agua como un príncipe, y yo le fío. #Enjaezó# Carriazo el asno, y subiendo en él de un brinco, se encaminó al río, dejando a Avendaño muy alegre de haber visto su gallarda resolución.

Llamaba ella á las piernas columnas del orden social, lo cual no era sino gallarda figura retórica, que cubría su mortal aversión á coser pantalones. Ella no cogia los puntos á los calcetines, porque, poco fuerte en toda clase de ortografías, siempre tenía en boca aquella sabia máxima: no se vive sólo de pan, apotegma con que quería disimular su absoluta ignorancia en materia de guisados.

Y así, no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada; y echaba la culpa a la malignidad del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas, el cual, o la tenía oculta o consumida.