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Pestañeó la niña dos o tres veces, y luego cerró los ojitos, mientras su madre no cesaba de arrullarla con una nana aprendida del ama, una especie de gemido cuya base era el triste, ¡lai... lai!, la queja lenta y larga de todas las canciones populares en Galicia.

Hace tiempo, los cerdos de Galicia llevaban una vida completamente patriarcal. Eran, quizás, algo inmorales, eran glotones y tenían una cierta socarronería muy campesina; pero ninguno de ellos estaba contaminado por las ideas del siglo. Los chicos de los paisanos crecían entre ellos, y a veces, chicos y cerdos dormían en la misma habitación. ¿Puede imaginarse nada más virgiliano?

Eran manjares de Europa y de la América del Norte, que tenían un sabor á largo encierro, á estaño y á hojalata: carnes de cerdo de Chicago, salchichas de Francfort, foie gras francés, sardinas de Galicia, pimientos de la Rioja, aceitunas de Sevilla, todo venido, á través del Océano, en botes metálicos ó cubiletes de madera. Lo más extraordinario eran las bebidas.

Entre los notabilísimos sepulcros que guarda todavía la parte subsistente de la Catedral, no figuran ni el de D. Ramón de Borgoña ni el del Obispo Visquio. El de éste se trasladó á la Catedral Nueva, según ya dije, con otras muchas curiosidades ó maravillas de la Vieja. Sus cenizas descansan en la Catedral de Santiago de Galicia.

En realidad no hablan gallego, sino que malhablan castellano. Y, de formar una Liga para reconstituir el castellano en sus formas más remotas, yo no veo por qué esa Liga ha de formarse precisamente en Galicia. Lo mismo se podría formar en Valladolid. No creo que haya un idioma gallego distinto del castellano. Lo que creo es que se podría inventar.

Allá en Galicia no podía trabajar una semana entera sin que el esfuerzo atrajese la enfermedad. La imagen de América había pasado por su miseria como un resplandor de esperanza. En aquella tierra de fortuna, donde todos se transformaban, él sería otro hombre.

A cierta distancia, estas cesaban y la campiña se extendía llana, desnuda, con un color dorado, hasta tocar en el cielo, en los confines del horizonte. En aquel espléndido paisaje, mis ojos no veían la riqueza infinita de matices de mi Galicia. El esplendor irresistible de la luz los borra y los confunde. La impresión, a pesar de eso o por eso quizá, era más viva.

No mucho tiempo después de la invasión mahometana se convirtió en ofensiva la guerra de los cristianos, limitados en un principio á la defensa de su inaccesible territorio, luchando tan valientemente los bravos descendientes de Pelayo, que hacia fines del siglo VIII comprendía el reino de Asturias ó de Oviedo la mayor parte de Galicia y de León.

-No, no es eso, mujer. ¿Quién te dijo que Navalagamella le había declarado la guerra a la canalla? No es Navalagamella sólo, mujer: es Asturias, León, Galicia, Valencia, Toledo, Burgos, Valladolid, y se cree que también Sevilla, Badajoz, Granada y Cádiz.

FELIC. Yo lo estoy de tal manera, Mi señor, cuando estáis fuera, Por vos, como sabe Dios. No hay cosa que no me enoje; El sueño, el descanso dejo: No hay liebre, no hay vil conejo Que fiera no se me antoje. D. TELL. En los montes de Galicia, Hermana, no suele haber Fieras, puesto que el tener Poca edad, fieras codicia.