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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Apenas llegó a mis manos para el permiso de imprimirse este papel de la Fe Triunfante, cuando gustoso en el principio de las bien traídas noticias de su introducción, me fuí cebando de manera que sin advertir encontré con el fin.

La encontré, la primera vez que fui a visitarla, muy quebrantada y con un principio de fiebre. Pasó un día y otro día. La pobrecilla no mejoraba. Cualquier cosa, la menor palabra, la hacía llorar. Doña Celestina me llamó reservadamente. ¿Qué le pasa a la Shele? me dijo. Que está mal. ¿Pero no mejora? No. ¿Qué tiene?

Fuí a mi pequeño anaquel, donde tengo mis libros preferidos. Tomé uno de Keble, el dulce místico y lírico inglés. Lo abrí por una página señalada con una cintita azul.

Aquello fue para él una revelación, antes ni en sueños presentida. El pasmo, el embeleso, la sorpresa inefable y beatífica que todo, todo, todo le causaba, inundaron mi alma de satisfacción y de orgullo. Yo fui mil y mil veces más dichosa de su dicha que de la mía.

En este punto de la independencia infantil se va ganando terreno velozmente, y yo fuí avanzando en mi camino, con tal rapidez que llegué en poco tiempo a gozar de completa libertad. Muchas veces dejaba de ir a la escuela con Zelayeta y Recalde.

¿Tanto, eh?... Y Melchor, ¿dónde está? Me dijo que ya venía... Aquí viene. Fui a hacer un telegrama dijo Melchor, respondiendo a Ricardo. ¿Un telegrama?... ¿a quién? Menos averigua Dios, y perdona... ¿Subamos? Instalados en sus asientos y de nuevo en marcha, Ricardo no pudo reprimir su curiosidad e insistió en su pregunta: Y al fin, ¿a quién telegrafiaste? ¡Qué curiosidad!

Hubo en una revolución, me entró el mareo, y con el mareo pasé a ser otro ser distinto, quiero decirte que fui otro hombre, fui un caballero, un joven, un héroe, qué yo... ¿No es cosa buena ser algo por espacio de diez minutos? Luego he repetido la toma y los efectos han sido los mismos.

En cuanto á la alta inspección de todo, quedaba, como era consiguiente, á la experiencia de Tenten y de su digna Tintay. Un maray na bangui de la capitana, que es como si dijéramos, buenas noches, en tierra de Castilla, disolvió aquella pacífica reunión, en que fuí varias veces consultado, diciendo á todo amén, pues mi objeto era ver y no adicionar detalle alguno.

Yo había tomado el camino derecho, y desde entonces me empezó a salir todo bien. Esta ha sido mi historia. Dejó de hablar el viejo y se me quedó mirando con sus ojos grises. ¿Quién cree usted que sería el verdadero Ugarte de los dos? le pregunté yo . ¿El de la cicatriz o el otro? El de la cicatriz, seguramente. El otro, sin duda, no quiso dar su nombre. Me despedí de Itchaso y me fuí a mi barco.

»Fuí el primero que introduxo acabar las coplas como los sermones, con aquí gracia y después gloria, en esta copla de un cautivo de Tetuán: Pidámosle sin falacia Al alto Rey sin escoria, Pues ve nuestra pertinacia, Que nos quiera dar su gracia Y después allá la gloria. Amén. »Estaba viento en popa con estas cosas, rico, próspero y tal que casi aspiraba ya á ser Autor.

Palabra del Dia

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