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Pero Manuel Reina, hasta donde lo consienten la frialdad e indiferencia para la poesía de nuestro público de hoy, es ya tan conocido, estimado y celebrado, que considero poco útil y expuesto a que se me tilde de presuntuoso el llamar la atención sobre sus escritos con detenido examen y crítica razonada.

Y ellos, aprovechando, como expertos y hábiles pastores, el carácter y condición de cada oveja, solían estimularlas por medio de acertados manejos, ora halagando su amor propio, ora mortificándolo unas veces con celos, otras con saludable frialdad, otras con alguna lisonja adecuada. Ni faltaban tampoco en aquella exquisita sociedad algunos honestos recreos.

Jadeaba con desmayo y acopiaba sus escasas fuerzas para suspirar de continuo: «Claro, claro; ¿qué duda cogeLuego, con intermitencias, como un reloj arbitrario, producía enérgicamente, al concluirse las frases del invisible conferenciante, una a manera de rítmica onomatopeya: «tris-tras, tris-tras, tris-trasCuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una sentencia fatídica: «El sapo no factura la beligerancia, la inquisición, el pongo y quito de los comensales.

Su detuvo el profesor para añadir con timidez, bajando aún más el tono de su voz: Por desgracia, gentleman, yo tengo cierta culpa de la frialdad con que acoge Popito los sabios consejos de su padre. Esta muchacha ama á un hombre, y yo, sin darme cuenta, hice que los dos se conociesen.

Palencia, aunque sorprendido por aquella frialdad que atribuyó á un exceso de modestia patriótica, continuó elogiando el arte extraordinario de la Duse. A cada momento, y á guisa de ilustraciones interpoladas en el curso de su apasionada jaculatoria, preguntaba: ¿La ha visto usted en La dama de las camelias? ¿La ha visto usted en Fedora?... ¿Y en Lucrecia Borgia?... ¿Y en María Estuardo?...

Ella le había tratado de usted hasta este momento, por miedo á ser oída y por mantenerle á distancia, como si hablase con un amigo. Pero la tristeza de su amante acabó con su frialdad. No; yo te quiero á ti... yo te querré siempre. La sencillez con que dijo esto y su repentino tuteo infundieron confianza á Desnoyers. ¿Y el otro? preguntó con ansiedad.

Cuando se dirigía al comedor en busca del desayuno, escuchó su nombre. Era el empleado del telégrafo, que le buscaba para entregarle un nuevo despacho. Sintió que toda su sangre afluía al corazón, dejando sus miembros en una frialdad cadavérica.

Y habló de la repugnancia que le inspiraba Urquiola, con sus petulancias de buen mozo, cortejando á un tiempo á varias señoritas de la villa y escogiendo entre ellas, con la frialdad del cálculo, la que mejor le conviniera por su fortuna. Además, conocía su vida.

Quiso desde luego salir a saber lo que pasaba en casa de su hermano, quiso después que fuese su marido, quiso enviar un criado. A todo se opuso D. Martín que, viendo las cosas con más frialdad, comprendía que cualquier paso de éstos en aquel instante era inoportuno. La conversación se animó extremadamente, hasta el punto de que los tresillistas suspendieron el juego y tomaron parte en ella.

No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos les está vedado el matrimonio. ¡Qué ideas tan raras! No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo que yo?