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Actualizado: 28 de junio de 2025
Prepara un maletín con los avíos de tocador y ropa interior; nada de frac, ropa de etiqueta, ninguna. Saldré en cuanto almuerce; puede que vuelva acompañado... y entonces ya te daré órdenes; pero lo probable es que no vuelva.
No; esos son oficinistas o propietarios. En una palabra, duermen despiertos. ¿Cómo hace aquel original para llevar hace diez años el mismo frac, abrochado siempre del mismo modo, los mismos guantes, el mismo pañuelo blanco al cuello con el mismo lazo, el mismo pantalón, la misma postura de sombrero?... ¿No se desnuda ese hombre? ¿No envejece? Ese es el judío errante. ¿De qué habla don Cosme?
Por mejor decir, se ha traducido con una graciosa libertad que mantiene vivo dentro de él el genio español en estrecha alianza con el británico. A más del título, pertenece al inglés todo el aparato o exterior de la sociedad. Los miembros se ponen indefectiblemente el frac por las noches si es invierno, el smoking si es verano; los criados gastan calzón corto y peluca.
Un poco de presunción, un personal excelente, suficiente atolondramiento para no quedarse nunca sin conversación, un modo de bailar semejante al de una persona que anda sin gana, un bonito frac, seis apuestas de a onza en el écarté, y todo el desprecio posible de las mujeres, hablando con los hombres, le granjearon el afecto y la amistad verdadera de todo el mundo.
¡Un frac nuevo! ¡Una levita poco usada! ¿No ha de valer esto más de 16 pesos que necesito? Mire usted, aquellos cofres, aquellos armarios, están llenos de ropas de otros como usted; nadie parece a sacarlas y nadie da por ellas el valor que se prestó. Mi ropa vale más de cincuenta pesos: te juro que antes de ocho días vuelvo por ella.
En esto me quita él mismo el frac, velis nolis, y quedo sepultado en una cumplida chaqueta rayada, por la cual sólo asomaba los pies y la cabeza, y cuyas mangas no me permitirían comer probablemente. Dile las gracias; al fin el hombre creía hacerme un obsequio.
Algunos minutos después, Huberto llegaba de frac, como era su costumbre. Aun en la intimidad de aquellas comidas de familia, no se desprendía de las formas convencionales de los centros mundanos. El molde de impecabilidad social que se había impuesto, le había hecho perder el sentido íntimo y familiar de la existencia.
Otros escribían comedias de sátira contra las costumbres de la aristocracia, que eran las suyas: obras teatrales en las que colaboraba el modisto con el poeta, y no había gran toilette que no tuviese su amor con un frac, que jamás era el del esposo. «Hay que flagelar», gritaban con expresión terrible. Y Maltrana pensaba sonriendo: «Está bien. ¿Y a éstos quién los flagela?...»
Los primeros en presentarse fueron el ingeniero francés y Moreno. Este último, para completar el frac, oculto bajo su gabán, había creído necesario ponerse un sombrero de copa.
Se sabe el porqué del flujo y reflujo de la mar, se conoce el curso del Sol y el de la Luna, se predicen los eclipses al minuto; pero cuando la ruleta comienza a dar vueltas en un sentido, y la bola en el otro, nadie puede sospechar si va a darse el 7 o el 13, la primera, la segunda o la tercera docena, el rojo o el negro, la manque o la passe, el par o el impar... Y en el siglo XX, todo afeitado y vestido de smocking o de frac, uno se encuentra ante la ruleta en el mismo estado de espíritu en que el hombre primitivo se encontraba ante el enigma del Universo.
Palabra del Dia
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