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Actualizado: 15 de julio de 2025


Parece imposible que no exista en Paris una fonda, café ó cosa equivalente, que lleve por título: café, fonda, pastelería ó taberna de las costas de Oro. No seria esto más raro que un anuncio de la Union Agrícola, puesto en verso rimado de once sílabas, tan contadas como los dedos de la mano. Y no se crea que esto es pulla.

Según informes, parece que en 1853 se marchó de Poker-Flat para San Francisco, con el propósito manifiesto de buscar mujer, aunque no pasó más allá de Stocktown. Una vez allí, se sintió atraído por una joven que servía a la mesa en la fonda en que había tomado habitación.

Pues bien; la doncella que la acompañó me ha contado que allí tuvo algo con no sabe quién..., de cierto, nada; pero algún lío debía de traer entre manos, porque, según la chica, en cuanto llegaban por la noche del teatro a la fonda, Cristeta la despedía sin dejar que la desnudase; y otras veces se quedaba escribiendo hasta muy tarde.

Al bajar la magnífica escalinata de la Bolsa, mi mujer me tira del brazo, en señal de llamarme la atencion, y me dice: Llévame á la fonda; yo me quedaré allí, mientras que vienes á visitar ese palacio. Me remorderia la conciencia, continuó mi compañera con más animacion, si los franceses me cogieran un franco por visitar la Bolsa.

La sotana, azotada por las piernas vigorosas, decía: ras, ras, ras; como una cadena estridente que no ha de romperse. Sin saber cómo, De Pas había pasado delante de la fonda de Mesía. «Sabía él que don Álvaro estaba en casa, en la cama.

Acababa de adquirir la grata convicción de que, aunque fuese de tarde en tarde, podía comer de fonda.

Tengo hecha la maleta, pagada mi cuenta en la fonda y espero, no sin impaciencia, el momento de reunirme con mi compañera de viaje. Estoy harto de Quimper, cuyas bellezas he saboreado hasta la saciedad, y tengo prisa por recobrar mi cuarto, mi trabajo, mis libros y a la que quiero más que todo, a la elegida de mi corazón.

Era un caballero fino, distinguido, de fisonomía ingenua y simpática. No tenía motivo para negarme a recibirle en mi habitación algunos días. El dueño de la fonda me lo presentó como un antiguo huésped a quien debía muchas atenciones: si me negaba a compartir con él mi cuarto, se vería en la precisión de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual sentía extremadamente.

Guardó otra vez el lindo reloj esqueleto con cifras grabadas en ambos cristales, y volviendo los ojuelos a Lucía, añadió: Lo siento por usted; por usted, señora; ahora soy yo su escolta.... Lo mejor es que se venga usted conmigo; aquí tengo a mi hermana, a mi hermana, y las pondré a ustedes juntas.... No está.... No está bien una señora así, sola en una fonda....

Un Martes Santo, a la comida del mediodía, apareció en la mesa un huésped inédito: un sacerdote prebendado. Si me cruzo en la calle con él, o le hallo frente a frente en un tranvía, o come vecino a en una fonda de estación, apenas si me hubiera molestado en resbalar sobre él la mirada. Pero estábamos en la mesa redonda de una casa de huéspedes. Tenía razón el excelente don Amaranto.

Palabra del Dia

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