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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Para colmo de satisfacción, almorzamos en muy grata compañía; pues habéis de saber que, cuando llegamos á la fonda, nos encontramos con que nos aguardaban en nuestro cuarto aquellos antiguos amigos que, según indiqué en el capítulo primero, tenía yo en Salamanca. Era uno de ellos el distinguido escritor que suele dirigir preciosas cartas á La
Al llegar a la puerta cambió de resolución y pasó de largo sin entrar. Subió a la primera fonda que tropezó, alquiló una habitación y volvió a salir. Su inquietud y dolor no menguaron por esto. Al contrario, la idea de que no tenía dinero para pagar el pupilaje le atormentó de modo indecible.
No te rías; aunque por fuera no me siento viejo, por dentro necesito ya sosiego, comodidades; la vida de fonda me horroriza.
La bondad de su padre le consentía gastar todo su sueldo en caprichos y placeres. Era un hijo de familia mimado que vivía en su casa como en una fonda. Al revelársele su situación quedó sumido en profundo abatimiento. Salió de él bastante cambiado. Sus pensamientos fueron más graves, más tristes, más prosaicos.
Con este motivo expresó su resolución de tomar habitaciones en la fonda. Al instante fué contrariada con gran calor por don Rosendo, con el apoyo de su esposa. Venturita se había puesto pálida. Miraba al Duque de un modo particular. Gonzalo, con los ojos bajos, el rostro sombrío, comía en silencio mientras se disputaba.
¡Ah! les aseguro a ustedes que no vuelvo a hacer estas cosas en casa; ustedes no saben lo que es esto; otra vez, Braulio, iremos a la fonda, y no tendrás... Usted, señora mía, hará lo que... ¡Braulio! ¡Braulio!...
La cuenta de la fonda no había que pensar en pagarla hasta más tarde: no hiciese el diablo que Cristeta por casualidad se enterara y se escamase. Al día siguiente, comió mientras Cristeta estaba en el teatro; pagó al amo, en persona, y le entregó la carta para la pobre muchacha, diciéndole: No sabía que la Moreruela y yo éramos vecinos de cuarto. Dele usted esto.
No recuerdo los manjares que nos sirvieron ni creo que los recordaría entonces, después de haberlos comido. Me parece que eran la mayor parte fiambres de fonda y que había gran profusión de confites.
«¡Señorito, al Hotel H!..... ¡Señorito, al Hotel B!..... ¡Señorito, á la Fonda X!.....» nos gritaban los commissionnaires et facteurs, ni más ni menos que si acabásemos de llegar á París ó Londres. ¡Bien por Salamanca! exclamamos nosotros. ¡Nobleza obliga! ¡Cuando los Grandes se meten á plebeyos, deben hacer las cosas con este rumbo! No era cosa de equivocarse en punto de tamaña trascendencia.
Vamos a comer a la fonda. Gracias; mejor quiero no comer. Comeremos bien, iremos a Genyeis: es la mejor fonda. Linda fonda: es preciso comer de seis o siete duros para no comer mal. ¿Qué aliciente hay allí para ese precio?
Palabra del Dia
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