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Actualizado: 28 de junio de 2025


Los señores del Consejo miraron con interés á Flimnap después de sus últimas palabras, apreciándolo como un profesor de mérito que había vegetado injustamente en el olvido, y merecería en adelante su alta protección. También halagó los gustos del rector, poderoso personaje cuyos consejos eran siempre escuchados por los señores del organismo ejecutivo.

Pero Gillespie no sentía en este momento ningún interés por su primitivo traductor. Lo que le preocupaba era enterarse de la verdadera personalidad del hombrecillo que tenía ante él. Como si adivinase sus deseos, apartó el joven los velos que le cubrían el rostro, y Gillespie se llevó inmediatamente á un ojo la lente regalada por Flimnap.

A pesar de todo lo que le cuente el bondadoso y entusiasta Flimnap, este gobierno se muestra cruel con frecuencia, y el pueblo femenil es más inconstante que el de los hombres en sus entusiasmos y sus adoraciones. Yo soy de los pocos que conocen la verdad, y por lo mismo veo la tiranía femenina tal como es. Se interrumpió un momento para mirar con inquietud en torno de él.

Necesitaba mantenerse libre para la continuación de sus trabajos. Y el Gentleman-Montaña, convencido por sus razones, le había dejado en el suelo para que huyese, aprovechando la confusión que reinaba en torno de la Galería. Flimnap se abstuvo de recriminaciones. Lo urgente era evitar un combate entre el ejército asaltante y el coloso, todavía irritado. Y empezó á contar á éste lo que había visto.

Adivino en su rostro hace rato que desea hacerme una pregunta.... Gillespie indicó con un movimiento de cabeza que así era, y viendo que el profesor Flimnap ponía los codos en su mesita y la frente entre las manos para escucharle, se decidió á interrumpir la interesante lección.

A pesar de las grandes muestras de escándalo que provocaba en Flimnap la audacia de los dos amantes, se notó en su voz cierta admiración. Unos días antes su protesta hubiese sido sincera, pero después de conocer á Edwin pensaba de distinto modo, mostrando veneración por todos los que sacrificaban la seguridad y las comodidades de su existencia en pro de un amor.

Cuando el profesor Flimnap regresó de su viaje á la antigua capital de Blefuscú, fué sin pérdida de tiempo á visitar al gigante para darle excusas por su ausencia. Vivía en perpetuo asombro á causa de la enorme gloria que había caído sobre él, con acompañamiento de ganancias no presentidas ni aun en sus momentos de mayor ilusión.

Machas de las imágenes del poeta no podía comprenderlas, aun después de las aclaraciones del traductor. Otras le parecían extravagantes, y tuvo que hacer esfuerzos para no saludarlas con una carcajada. Pero temiendo molestar al buen Flimnap, se apresuró á decir: Me parecen excelentes.

Gentleman dijo en un inglés tan perfecto como el del profesor , yo pertenezco á su servidumbre, y creo que de todos los presentes soy el único que conoce su idioma. No dónde está el doctor Flimnap; también me extraña su tardanza. Pero si el gentleman desea algo, aquí estoy para traducir sus deseos.

Y el gigante, al reconocerle, volvió á su actitud tranquila. Fué para Flimnap una gran desgracia que los atletas de la servidumbre hubiesen abandonado la grúa monta-platos, pues se vió obligado á ascender por una de aquellas terribles rampas que le infundían pavor.

Palabra del Dia

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