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Actualizado: 14 de junio de 2025


La gitanería femenina le adoraba como un ídolo, pensando en sus conquistas de señoritas; y éstas mirábanle como un ser extraordinario, como un Don Juan irresistible, recordando ciertas historias de cantadoras flamencas que, por sus desdenes, se habían tragado cajas de fósforos, y de hermosas carniceras que abandonaban al marido para seguir a un mozo tan adorable.

Había acabado la carrera aquel año y su propósito era casarse cuanto antes con una muchacha rica. Ella aportaría el dote y él su figura, el título de médico y sus habilidades flamencas. No era tonto, pero la esclavitud de la moda le hacía parecer más adocenado de lo que acaso fuera.

No penséis en aquella arenilla blanca y dulce a la mirada, que tapiza los cuartos en las aldeas alemanas y flamencas, perfectamente cuidada, el piso en que se marcaba el paso furtivo de Fausto al penetrar en la habitación de Margarita; el piso hollado por los pies de Hermann y Dorotea.

En derredor se dilatan en vastísimo horizonte las llanuras flamencas, tan interesantes por sus cultivos, sus canales y polders, ya que no por la topografía que es monótona.

Un hecho notable en las comarcas flamencas es la feliz distribucion de la poblacion. Tan presto se la ve concentrada sin exceso en numerosas villas ó pequeñas ciudades de 8 á 12,000 habitantes, como se la encuentra naturalmente repartida en pequeñísimas localidades, de actividad exclusivamente rural, por lo comun, ó dispersa en innumerables cortijos ó habitaciones campestres.

Como se ve, la casa del suegro de mi tío pagaba su tributo a la moda; un galgo aristocrático de raza, habría encontrado mucha incongruencia allí; mucho apócrifo, mucha fruslería; pero el hecho era que Montifiori también entendía de japonismo, de gobelinos, de tapicerías flamencas, de vidrios de Venecia, de lozas y bronces viejos, de lacas y de telas de Persia y Smirna.

El mar del Norte, tumultuoso y amenazante en la costa de Ostende, se ostenta con majestad como una inmensa onda de plata pronta á inundar las comarcas flamencas.

Se decía hija de un comandante y se agarraba el derecho de despreciar a sus compañeras nacidas del seno de la plebe. Era más instruída que ellas porque leía todos los folletines que le venían a las manos: cuidaba de no decir palabras feas: no solía emplear tampoco locuciones flamencas. Tenía alguna más edad que la Amparo y la Nati.

Ese conjunto de tintas variadísimas en la vegetacion, que hace contrastar el verde oscuro de los papales, el vivísimo de los tabacales y el pálido de las plantaciones de lúpulo y lino, con el matiz violeta de las remolachas y el algo confuso de las plantas oleaginosas; ese conjunto, digo, tiene su gracia particular, en el fondo del vasto horizonte donde se pierde la mirada al recorrer las provincias flamencas.

Montifiori rendía su culto a lo antiguo; además del gran salón Luis XV, con sus muebles tallados y dorados, vestidos de terciopelo de Génova color oro, y en el cual dos lienzos de la pared estaban ocupados por dos tapicerías flamencas, las demás habitaciones ofrecían el desorden más artístico que es posible imaginar.

Palabra del Dia

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