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Actualizado: 14 de junio de 2025


No marchaban; más bien parecían arrastrarse, con una firme voluntad de avanzar, pero traicionados en sus deseos por las piernas anquilosadas, por los pies en sangre.

Las fatigas hácense tan crueles, que unos mueren, los otros quieren volverse á su país. Kane se mantiene firme; ha ofrecido un mar, y preciso es que lo encuentre. Conspiraciones, deserciones, actos de traición, vienen á hacer más horrible la existencia de aquellos desgraciados.

Gritó, pateó, le arrojó la sortija a los pies y con ella todos los regalos que le había hecho antes. ¿Qué se había creído el tío silbante? ¿que ella era una tal y una cual? ¡Anda, que se había llevado buen chasco! Sortijitas a ella, ¿eh? Ya vería lo que lograba con sus alhajas... Romadonga aguantó a pie firme y con bastante calma el chubasco.

Con persistente disimulo, con firme y enérgica voluntad, con raras precauciones e incesante recato, sin dejarme ver de nadie y fingiéndome enferma, dejé pasar los meses. Llegó la hora y sólo Madame Duval, mi mucamba y el médico, de quienes tuve que valerme y me valí, exigiendo el mayor sigilo, supieron que fui madre.

Rey D. Fernando VII: pues que, dispersada de Sevilla, y acusada de malaversacion de sus deberes por aquel pueblo, pasó en el discurso de su emigracion y dispersion á constituir, sin formalidad ni autoridad, una Regencia, de la que nadie puede asegurar que sea centro de la unidad nacional y depósito firme del poder del Monarca, sin esponerse á mayores convulsiones que las que cercaban el momento vicioso y arriesgado de su instalacion.

Preparada estaba el arma, escrito el testamento y tomada la fatal resolución de un modo tan firme que el joven fríamente podía pensar en ella como se tratase de un hecho ya consumado.

No, no; una parálisis no deja a un hombre firme sobre las piernas, como un caballo entre las varas de un carro, ni le dejaría luego marcharse, así que se le pudiera decir «¡arrePero quizá hubiera algo así como que el alma del hombre, que se librara del cuerpo, saliera y entrara, lo mismo que un pájaro que sale y vuelve a su nido.

Las señoritas solían presenciar con risita despreciativa aquel baile que imitaba toscamente los suyos, doliéndose en su interior de que jóvenes tan finos se abrazasen «a aquellas tarascas». Sin embargo, cuando alguno las invitaba, después de resistirse un poco, reir a carcajadas, ruborizarse y hacer buena porción de monerías para atestiguar que sólo se rebajaban a aquello por pura condescendencia, solían agarrarse firme al brazo de su bromista amigo y tardaban en soltarlo.

No les faltaban motivos para opinar así, ¡porque eso de encerrarse en el faro!... ¡Y ellos, que encuentran tan largos los días, y son tan felices cuando les llega el turno de bajar a tierra!... En la buena estación, gozan de gran ventura todos los meses. Diez días de tierra firme por treinta de faro: así lo prescribe el reglamento.

El marino se apartó un poco, con el tirón de la sorpresa. «¿Era una broma?...» Pero no: no podía dudar. El tono de sus palabras delataba una firme resolución. Suplicó humildemente para que no se marchase, con voz entrecortada y fosca.

Palabra del Dia

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