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Actualizado: 17 de mayo de 2025


4 También se ama en el abismo, del propio autor. 5 No puede ser, de D. Agustín Moreto. 6 Hacer fineza el desaire, del licenciado D. Diego Calleja. 7 El caballero, de D. Agustín Moreto. 8 El alcázar del secreto, de D. Antonio de Solís. 9 Antes que todo es mi amigo, de D. Fernando de Zárate. 10 El Hamete de Toledo, de Belmonte y de Antonio Martínez.

Carmen, sin atender a Narcisa, estaba sintiendo todavía cómo la acariciaba dulcemente la sonrisa serena del marino. En pocas horas cambió Fernando el semblante sombrío de la casa. Cantó, abrió los balcones con estrépito, y una brisa otoñal, odorante y pura, refrescó las habitaciones lóbregas, cerradas por el desuso mucho tiempo.

Tengo un hijo, y aunque uno se ría de ciertos burgueses que justifican sus malas acciones y sus latrocinios con la cualidad de padres de familia, crea usted que esto de la paternidad nos impulsa a grandes cosas y nos hace valerosos como héroes... Usted también va allá por el ansia de dinero. Yo... dijo Fernando con perplejidad ... por el dinero, como usted... Y ¡quién sabe!

Las Casas Consistoriales, cuyo frente principal da a la plaza de la Catedral, están en regular estado de solidez, y tienen de notable que fue la casa solariega de D. Francisco Fernandez Perez de Aranda, ayo y preceptor del infante D. Fernando, hijo del rey de Aragón D. Juan I, eminente diplomático, fundador de la Santa Limosna, monje lego en la cartuja de Portaceli, y uno de los miembros de la asamblea celebrada en Caspe en 14 de Marzo de 1412, con el objeto de la legitimidad del derecho a la corona de Aragón, entre sus varios pretendientes por la muerte sin sucesión y sin heredero alguno, cuyo derecho fue indisputable, del rey D. Martín I, recayendo la corona en el infante Don Fernando de Castilla.

Pero al fin se acercó resueltamente al grupo donde había creído verla. No era ella, sino Raquel, y la acompañaban Fernando y una amiga a quien él conocía poco. Después de vacilar un segundo, confuso, frente a ellos, saludó y siguió andando. En ese momento vio a Castilla venir en dirección contraria a la suya. Para rehuirle volvió la cara. Pero no le vio Castilla.

Mi hermano el arcediano, que es partidario del príncipe Fernando, dice que ese señor Godoy es un alma de cántaro, y que no ha estudiado latín ni teología, pues todo su saber se reduce a tocar la y a conocer los veintidós modos de bailar la gavota. Parece que por su linda cara le han hecho, primer ministro.

Al verla Fernando en el piano, había sentido curiosidad por conocer su música. ¡Tal vez una romanza dulzona y sensiblera de opereta!... Y aún le duraba la sorpresa que había experimentado al escuchar las grandiosas frases del dolor de Iseo. Debe tener una voz magnífica, ¿no lo cree usted, Isidro?... Quisiera ser su amigo... Usted debe conocerla.

Díjele, al partir, a don Fernando que por el mesmo camino de aquélla podía verme otras noches, pues ya era suya, hasta que, cuando él quisiese, aquel hecho se publicase.

Y apareció al fin, después de mucho revolver, la página 98, llena de sellos reales, y entre uno del último duque de Parma reinante y otro de Fernando de Nápoles, hallaron otra casilla en blanco. Arriba decía: Rey de Cerdeña; debajo: Marqués de Sabadell. Dio entonces Jacobo una puñada en el brazo de la butaca, diciendo con voz sorda: ¡Me has perdido!...

¡Córrrrdoba, señores, Córrrdoba!... ¡Ferrrnandito Córrrdoba, rrrepublicano!... ¡Quién lo creyerra, cuando íbamos juntos a casa de la Benavente, cuando Fernando VII lo envió a Portugal con su hermano Luis, detrás del infante don Carlos y la princesa de Beyrra!... Porr supuesto, que yo era entonces un niño, una verrdadera criaturra...

Palabra del Dia

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