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Actualizado: 17 de mayo de 2025


CABR. ¡Vivan Fernando y Narváez! ALVAR. ¡Paga! CABR. ¡Paga! ORTU

A un lado se dice que estas armas consisten según van dibujadas en un león y un lobo que sostienen una filacteria en que se lee: Nunc et semper; y al otro se explica que el apellido Sarrió lo llevó por primera vez un guerrero que le prestó su caballo a Fernando III en la toma de Baeza.

Pues no dijo Quevedo , ella es muy capaz de engañar á ese imbécil de don Fernando de Castro, ó lo que es peor, de hacerle consentir en un convenio vergonzoso, como si lo viera; después de una hora de conversación con su marido, volverá para tenerme al lado y no separarse de en una eternidad; si no aprovecho esta coyuntura, largo cautiverio me espera, y don Juan... y mi proyecto... perder por una mujer... ¡ah! ¡no! ¡Quevedo! ¡muy poco valdrás y merecerás todo cuanto te suceda si no logras escaparte!

Yo, Teodora, soy el que me hallé presente a las sinrazones de don Fernando, y el que aguardó oír el que de ser su esposa pronunció Luscinda.

Una mañana de aquellas estaba peinando la acrespada peluca del Niño con su mano alba y tersa, cuando sintió una inquietud medrosa que le hizo volver la cara. Por la puerta entornada, los ojos felinos de Julio la perseguían, apostados en la oscuridad como una maldición. Fernando se complacía en manifestar a Carmen una simpatía franca, llena de atenciones.

En el punto que el cautivo nombró a don Pedro de Aguilar, don Fernando miró a sus camaradas, y todos tres se sonrieron; y, cuando llegó a decir de los sonetos, dijo el uno: -Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga qué se hizo ese don Pedro de Aguilar que ha dicho.

Siga usted dijo Fernando . Creo estar en Madrid en un estudio de pintor, en un saloncillo del Ateneo, en una tertulia de café... Esto me rejuvenece. Ríase, pero sepa que me da rabia la hipocresía de los «sacerdotes del ideal», que maldicen el dinero en público y luego corren tras él como un cobrador de Banco.

Su sobrino el piadoso chantre D. Fernando Ruiz de Aguayo la mejoró, y trasladó á ella los cuerpos de su madre y hermanas que yacian en la capilla de las Once mil Vírgenes, dotando en febrero de 1460 doce memorias por las ánimas de su tio, de sus padres y hermanos, que se habian de cumplir sobre la sepultura de dicho señor obispo.

¡Ya, ya! ¡Buen truchimán va usted saliendo!... ¡Qué condenada vaca, siempre empeñada en meterse por el prado del tío Fernando!... ¡Garbosa, eh! ¡Garbosa, fuera! ¡Garbosa, aquí! Viendo que la vaca no obedecía, se levantó y fue a ella corriendo, y la obligó a separarse de la linde.

Fernando de Rojas tuvo, o imagina también que tuvo, el propósito de adoctrinar la juventud y de apartarla del vicio.

Palabra del Dia

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