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Actualizado: 26 de julio de 2025
Puedes venderlo, si quieres, o puedes conservarlo para guardar la casa. Es un animal fiel. Te servirá de gran consuelo. 15 El lugareño se murió. La mujer quería obedecer a su marido. Una mañana cogió el caballo y el perro y los llevó a la feria. ¿Cuánto quiere Vd. por ese caballo? preguntó un hombre. 20 Quiero vender el caballo y el perro juntos, respondió la mujer.
De día en día y de copa en copa avanzaba la impiedad en aquel espíritu; y llegó a creer que Jesucristo no era más que una constelación; disparate que había leído don Pompeyo en un libro viejo que compró en la feria. Guimarán tenía la impiedad fría del filósofo, Barinaga los rencores del sectario, la ira del apóstata.
La buena fortuna de Juanito podía solidificar el prestigio de la casa. La proximidad de la feria de Julio preocupaba a la familia. Nunca se habían pasado veladas tan agradables en casa de las de Pajares. Por la noche, después de la cena, llegaban el señor Cuadros, Teresa y su hijo, y comenzaba la alegre reunión.
Las pobres, si de esta feria hablan mal, tienen razón; pues hay bastante materia para tan justa aflición." 953 Cuando me llegó mi turno dije entre mí: "Ya me toca", y aunque mi falta era poca no sé por que me asustaba; les asiguro que estaba con el Jesús en ia boca.
Juanito, como esos desesperados que encuentran todavía en su miseria cosas agradables, reconocía en su madre grandes defectos, pero se extasiaba ante su honradez de mujer. Un suceso vino o sacarle de la triste preocupación que le causaban los asuntos de su familia. Era el último día de la feria.
A más de los señores del lugar, había muchos forasteros, que habían venido de los lugares inmediatos para concurrir a la feria y velada de aquella noche. El centro de la concurrencia era el patio, enlosado de mármol, con fuente y surtidor en medio y muchas macetas de don-pedros, gala-de-Francia, rosas, claveles y albahaca. Un toldo de lona doble cubría el patio, preservándole del sol.
Sin embargo, una añade que ella ha venido porque es la feria de la Madre de Dios, y ésta no vende los dones de su gracia, sino que los concede gratis. A tal moraleja, malamente traída, sigue un villancico en alabanza de la Santa Virgen, y se acaba la pieza. En el Auto da alma, de 1508, no es menos admirable la alegoría.
Las niñas, con Andresito, hacían planes para la próxima feria.
No citaré la fecha de las muchas inundaciones del paseo, pero haré mención de la riada de 1796, en que las aguas llegaron hasta cerca de los balcones de algunas casas como indica el azulejo colocado en el edificio que hace esquina á la calle Santa Ana, y de la de 1876, en que se desbordó el Guadalquivir, causando grandes destrozos en todo el barrio de San Lorenzo y en el de la Feria.
Gallardo, que se trataba con los señoritos de Sevilla, no quiso que su madre siguiese habitando la casucha de sus tiempos de miseria. Por él se hubiesen trasladado a la mejor calle de la ciudad; pero la señora Angustias quiso seguir fiel al barrio de la Feria, con ese amor que sienten al envejecer las gentes simples por los lugares donde se desarrolló su juventud. Vivían en una casa mucho mejor.
Palabra del Dia
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