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Actualizado: 26 de julio de 2025
Se continuó la feria hasta las tres de la tarde, habiendo comprado 17 caballos, 5 vacas y 4 novillos; asimismo compré lazos, colleras y maneas, y se pusieron en marcha los expresados indios de Calpisquis, quedándose el que trajo la carta con los que le acompañaban.
También van sabios a los cafés; también se oyen allí observaciones elocuentes y llenas de sustancia, exposiciones sintéticas de profundas doctrinas. No es todo frivolidad, anécdotas callejeras y mentiras. El café es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano.
Corría el año de 1610 cuando mano alevosa cortó el hilo de la vida de Enrique IV, aunque tibio, protector todavía del proscripto; y como produjera la ocurrencia embajada extraordinaria de España confiada al Duque de Feria, acudió ansioso buscando la nueva que esperaba. El Duque no había recibido órdenes que le concernieran .
Nolo, fingiendo ser un mozo que torna alegre de la feria, pasó por delante de la casa entonando en alta voz este cantar, que hemos repetido alguna vez cuantos nacimos en el valle de Laviana: Dicen que tus manos pinchan, para mí son amorosas. También los rosales pican y de ellos nacen las rosas. No llores, niña, no llores, no; no llores, niña, que aquí estoy yo.
Gran juerga con unas extranjeras de vida alegre, a las que algunos de estos jóvenes conocían de París. Habían venido a Sevilla con motivo de las fiestas de Semana Santa y de la Feria, y ansiaban conocer lo más «pintoresco» de la tierra. Eran de una hermosura algo marchita, reanimada por los artificios de la elegancia.
Fíjate bien en esto. Lo que quiero saber ahora es qué sujeto era ese con quien te uniste después, el que te sacó de Madrid y te llevó de pueblo en pueblo como los trastos de una feria. Era un hombre traicionero y malo dijo Fortunata con desgana, como si el recuerdo de aquella parte de su vida le fuera muy desagradable . Me fui con él porque me vi perdida, y no tenía a dónde volverme.
Y así que almorzó se fué á dar una vuelta por la ciudad y por la feria. Una y otra estaban bien animadas. Pululaban los forasteros por las calles en muchedumbre apretada y en mucho mayor número piafaban los caballos allá en el real de la feria.
Con él era imposible el descanso, y las pobres mujeres, tras un período de tranquilidad, veían renacer sus angustias y temores. El sábado y la mañana del domingo los pasó el espada recibiendo visitas de entusiastas aficionados de fuera de Sevilla que habían venido para las fiestas de Semana Santa y de la Feria. Todos sonreían confiando en sus futuras hazañas. ¡Vamos a ver cómo queas!
Allí estuvo yendo y viniendo, recorriendo tiendas sin fijarse en los objetos, con el pensamiento en Hong Kong para vivir libre, enriquecerse... Iba ya á abandonar la feria cuando creyó distinguir al joyero Simoun despidiéndose de un estrangero y hablando ambos en inglés.
Y ¡qué hermosa era Tenochtitlán, la ciudad capital de los aztecas, cuando llegó a México Cortés! Era como una mañana todo el día, y la ciudad parecía siempre como en feria. Las calles eran de agua unas, y de tierra otras; y las plazas espaciosas y muchas; y los alrededores sembrados de una gran arboleda.
Palabra del Dia
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