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Actualizado: 4 de junio de 2025


Pero yo jamás olvidaré que aquella noche, al oír el estertor de un hombre invisible, el horrible maullar de cien felinos y los acentos de terror de un pobre indio, la sangre se heló dentro de mis venas, erizáronse mis cabellos, se estremeció todo mi cuerpo, y lo confieso !tuve miedo!

Una mañana de aquellas estaba peinando la acrespada peluca del Niño con su mano alba y tersa, cuando sintió una inquietud medrosa que le hizo volver la cara. Por la puerta entornada, los ojos felinos de Julio la perseguían, apostados en la oscuridad como una maldición. Fernando se complacía en manifestar a Carmen una simpatía franca, llena de atenciones.

Entonces se yergue gallardo como un león; alza la cabeza; pone las dos patas delanteras en el aire; las observa atento; se vuelve rápido cuando ellas se vuelven... La Naturaleza es maravillosa; estos saltadores diriase que son felinos diminutos. Ron es audaz y feroz. Azorín ha soltado en la caja un moscardón fuerte y voluminoso.

Era algo de irresistible novedad para este ruedamundo que sólo había conocido cobrizas de carcajada bestial, asiáticas amarillentas de gestos felinos ó europeas de los grandes puertos, que á las primeras palabras piden de beber y cantan sobre las rodillas del invitante, poniéndose su gorra como testimonio de amor. Cinta este era su nombre parecía conocerle toda su vida.

Y Nélida aprovechaba la menor pausa para acariciar con gestos felinos y engañosos al sombrío centauro, que también parecía haber olvidado con la emoción sus recelos y sus amenazas. Acababa de encontrarse Isidro con ellos en el fumadero, y Nélida le había presentado al hermano. Un bárbaro; créame, Ojeda.

Por el extraño afecto que me has cobrado me requiebras y crees linsojearme comparándome a la Sulamita y llamándome suave y graciosa como Jerusalén. Ya verás que también soy terrible como un escuadrón de Caballería que carga a galope sobre el enemigo. Juanita, cerca de doña Inés, la fascinaba mirándola con ojos felinos, cuya luz roja parecía mezcla de fuego y de sangre.

Usaban simples petos de lana cuando todos los guerreros se cubrían de hierro; oponían la jabalina arrojadiza á la pesada lanza; saltaban como felinos sobre el caballero acorazado para clavarle su ancha espada por los intersticios de la armadura.

Tras el mostrador estaba la mujer de Tocino con su hijo, un adolescente amarillucho, de movimientos felinos. Eran vascongados, pero Aresti encontraba en sus ojos duros, en la melosidad con que robaban á los parroquianos despreciándolos, y en su aspecto miserable, algo que le hacía recordar á los judíos. La gente del contorno les odiaba.

Palabra del Dia

rigoleto

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