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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Pero estoy fatalmente condenado a no poder hacerlo.... Esta única flor de mi existencia es el fruto de mi mayor pecado...: no hablemos de él, que es irremediable; hablemos de ella, de la pobre flor sin sombra. ¿No estoy aquí yo? ¿De nada podré servirle cuando tanto la quiero? Sí; sí que la servirás de mucho: esa es mi esperanza.... Pues ordene usted, señor.
Conozco lo que un amor entre nosotros exige fatalmente, y me da espanto, me siento sin fuerzas para muchas cosas que antes consideraba sin importancia. Tú lo has dicho: soy otra. El príncipe se reanimó al conocer el obstáculo. Su hijo vivía; estaba seguro de ello.
Entre nosotros, el progreso del liberalismo es bastante satisfactorio, si se considera que surgimos a la refulgente libertad moderna desde la miserable intelectualidad medioeval, tan celosamente preservada por los frailes en la España y en sus colonias; que aun no llevamos un siglo de vida independiente y que su primera mitad fue, fatalmente, la prolongación del terrorismo y del oscurantismo coloniales, que hicieron fracasar la temprana iniciativa liberal de Rivadavia, y proscribieron la ilustración clausurando las escuelas en la época de Rosas, después de la cual fueron reabiertas bajo la férula de los sacerdotes beneficiarios en todas las épocas de salvajismo; que nuestra instrucción pública sólo es aproximadamente laica desde 1884; que hasta el setenta y tantos los internos de los recientes colegios nacionales solíamos tener que fugar, todavía, saltando las paredes del fondo para escapar a la confesión obligatoria en semana santa; que la humanidad no produce sino un educador en cada siglo, como dijo Emerson, y que recién empezamos a no echar de menos a Sarmiento en la dirección superior de la instrucción pública; que nuestra ley de matrimonio civil es de ayer y la estadística arroja, ya en nuestra gran capital dos tercios de matrimonios sin intervención del cura; que la casi totalidad de nuestros hombres maduros tuvieron fresco el entendimiento cuando estaban verdes y no se habían difundido aún, con los ferrocarriles y la prensa, las ideas y los sentimientos modernos, cada día más amplios en el amor a la verdad y a la humanidad, que inducen a las almas bien templadas a trabajar en este mundo de los vivientes para dejarlo a su partida mejor que lo encontraron a su llegada, a la inversa de ese mezquino sentimiento de los creyentes en la magia religiosa que los induce a dar y legar a las iglesias para el bien de su alma exclusivamente.
Con la precoz viveza de comprensión de los niños cortesanos, no se le ocultaban sus defectos ni el despreciable papel que desempeñaba cerca de ella; pero una adoración ciega y frenética que le hacía soñar noche y día, le tenía fatalmente encadenado. Los malos tratos de su ídolo, eran un aliciente que comunicaba sabor más exquisito a los deleites que disfrutaba.
Entonces tendrá que mondar y desnudar centenares de leguas cuadradas para vestir su lindo y airoso cuerpo. De casi todos nuestros cambios, más o menos libres, puede decirse lo mismo. Hasta el precio del trasporte nos es perjudicial, estableciendo natural y fatalmente un derecho protector en contra de nuestras voluminosas, groseras y pesadas mercancías.
Este aspecto inesperado del mundo le comunica una nueva voluntad de vivir. Sabe desde hace algunos meses desde que abandonó Villa-Sirena que el príncipe Miguel Fedor Lubimoff resulta un personaje pasado de moda. Tal vez, cuando transcurran los años, otros serán como fué él. En el mundo todo vuelve, y las épocas de paz y abundancia producen fatalmente hombres de su especie.
Realizado todo esto, sobreviene fatalmente el discurso antes indicado.
La imprevisora y loca cigarra de la fábula es un ser laborioso y dulce, explotado hasta la muerte. En cuanto á la hormiga, modelo de economía doméstica que los padres ofrecen á los hijos, es una bestia rapaz que desde el mundo de la pequeña animalidad influye fatalmente sobre los hombres.
Palabra del Dia
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