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Actualizado: 13 de junio de 2025


Así hablan los caballos a menudo; y a menudo también los amos. Por una de las calles laterales y antiguas caminan los bípedos de la burguesía, contemplando sin pestañear el fastuoso cortejo de los cuadrúpedos aristocráticos. Cuando se cansan de caminar, toman asiento en las sillas metálicas puestas allí adrede para mirarse cómodamente.

Allí la calle se convierte en plaza, la acera en calle; la multitud en torrente que se precipita con cierto relativo silencio por entre dos paredes de cristal, formadas por los escaparates inmensos de las tiendas atestadas de cuanto puede dar de la industria humana para transformar lo superfluo en necesario, lo elegante en fastuoso, lo precioso en maravilla, la vida en fiebre de vanidades locas y concupiscencias monstruosas.

La mesa estaba lista, y la tía aguardándome. Andrés, a quien diariamente mandaban desayuno y comida a su «changarro» del Barrio Alto, solía almorzar con nosotros. Me place recordar aquellos desayunos. ¡Qué de veces, en el comedor de fastuoso banquero, he pensado, con triste alegría, en aquellas horas dichosas! Tía Pepa en un extremo; yo a su derecha, y enfrente de Angelina.

Si fuese posible que de un golpe, de una sola vez, como circula el fluido eléctrico, como corre la luz, apareciera á nuestros ojos el interior de las boardillas de este fastuoso Paris; si de un golpe se presentaran ante nosotros todas las cuitas de esta sociedad artificial; si cayeran sobre nosotros todas las lágrimas que una miseria honrada y venerable vierte aquí, ¡cuántas calles se inundarian de llanto! ¡Cuántas calles irian de acera á acera! ¡Ah!

La sociedad americana de Londres, tan favorablemente acogida por la gentry como la de París por el gran mundo, rivaliza en lujo con las familias más aristocráticas de Inglaterra y tira el dinero por la ventana con más fastuoso abandono todavía que en París.

La ontología con sus doctrinas trascendentales para explicar la naturaleza y el orígen de las cosas, nada vale á los ojos del filósofo aleman: estos principios, dice, son simplemente principios de la exposicion de los fenómenos; y el nombre fastuoso de una ontología que pretende dar un conocimiento sintético á priori de las cosas, en una doctrina sistemática, por ejemplo el principio de causalidad, debe reemplazarse por la denominacion modesta de simple analítica del entendimiento puro.

A las siete y media de la tarde tuvimos que pedir auxilio al fiacre, y nos dirigimos á la Magdalena. ¡Hermoso edificio! ¡Fábrica suntuosa! Al contemplar aquel enorme grupo, me parece que no estoy en Paris. Creo que me han hecho viajar estando dormido, y que despierto en Grecia. La Magdalena es un fastuoso palacio griego, no un templo cristiano.

Los que han conocido, después al fastuoso Esteven, tan formalote y estirado, de una gravedad de campana mayor que toca a muerto, creerán que es pura invención y fantasía esta aventura de sus mocedades; pero no es así, sino verdad incontestable, que el señor Esteven tuvo sus veinte años, y sufrió las agonías del amor y los dolores del hambre, como cualquier mortal, y arrastrado e impulsado por estas dos invencibles fuerzas, quiso apoderarse por la violencia, y se apoderó, en efecto, de lo que de grado se le negaba. ¿Cómo?

Al sentirse fatigado de aventuras y glorias, desceñíase la tizona, abandonaba el corselete y se cubría con el hábito de fraile. Otras veces, en plena juventud, bastaba un revés de fortuna, un desengaño de amor, para que el capitán fastuoso y cruel se convirtiese en ermitaño del desierto, alimentándose de raíces frente a una calavera y una cruz de palo.

En el límite del opulento barrio del Strand está situado, sobre el muelle contiguo al magnífico puente de Waterloo, el famoso palacio de Somerset, cuya construccion fué emprendida por el fastuoso cuanto desgraciado duque del mismo nombre, ministro de Eduardo VI, que despues de haber gobernado altivamente á Inglaterra fué depuesto en 1549 y decapitado en 1552.

Palabra del Dia

rigoleto

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