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Actualizado: 24 de julio de 2025


En la plaza del pueblo se había instalado una música al aire libre y las gentes del país saltaban sobre el césped á la luz de unos faroles á la veneciana colocados por el tendero. La señorita Guichard había enviado algunos toneles de vino para que refrescasen los bailarines, y estos diversos atractivos hacían que se agrupase delante de la verja una gran multitud.

Volvió al chalet, y entró en su dormitorio, donde tenía recado de escribir; escribió una carta, y guardándosela en el pecho bajó las escaleras a brincos, y tomó a buen paso hacia la calle principal. Anochecía; encendíanse los primeros faroles, y se esparcían por el arroyo los pilluelos, niños de coro de la civilización, voceando los periódicos recién llegados de Paris.

Después, describiendo la autora su permanencia en Madrid, se expresa de este modo acerca de los teatros: «Es difícil dar una idea exacta de la pobreza de su maquinaria. Los dioses aparecen á caballo en una viga, que se extiende de un extremo á otro del teatro. El sol se figura por medio de una docena de faroles de papel de color, con su luz correspondiente en cada uno.

De todo aquello resultaba una gran injusticia no sabía de quién, un dolor irremediable que ni siquiera tenía el atractivo de los dolores poéticos; era un dolor vergonzoso, como las enfermedades que ella había visto en Madrid anunciadas en faroles verdes y encarnados. ¿Cómo había de confesar aquello, sobre todo así, como lo pensaba? y otra cosa no era confesarlo».

El niño ese debe de ser el de Nicolasa, la entenada del tío Pepe. Nació seis días después que el nuestro, y era hijo de uno que encendía los faroles del gas... Pero no comprendo una cosa. A me parece que tu mujer debía de querer a ese nene por creerlo tuyo y aborrecerlo por ser de otra madre. Yo juzgo por .

Era la noche oscura, y la solitaria plaza a que la puerta del jardín daba salida perdíase a lo lejos entre solares en construcción, alumbrada acá y allá por algunos faroles, cuyas luces parecían brillar en medio de un nimbo de vapor amarillento.

Las estrellas desde el cielo nos hacían guiños, como si nos invitasen á gozar apresuradamente de aquellos momentos felices, que no habían de volver. Á lo lejos sólo se veían, como fuegos fatuos, los faroles de los serenos. Llegamos por fin á casa.

Mientras pudo seguir con la vista la luz de los faroles, huyendo a través de los árboles, quedó allí inmóvil, como si aquella forma pura y blanca le hubiera arrebatado el espíritu.

Al ver, pues, las miserables tiendas, las fachadas mezquinas y desconchadas, los letreros innobles, los rótulos de torcidas letras, los faroles de aceite amenazando caerse; al ver también que multitud de niños casi desnudos jugaban en el fango, amasándolo para hacer bolas y otros divertimientos; al oír el estrépito de machacar sartenes, los berridos de pregones ininteligibles, el pisar fatigoso de bestias tirando de carros atascados, y el susurro de los transeúntes, que al dar cada paso lo marcaban con una grosería, creyó por un momento que estaba en la caricatura de una ciudad hecha de cartón podrido.

Después... la hermosa generala le dejó en la calle Mayor a la puerta de su casa, cuando ya los faroles, recién encendidos, rompían débilmente las sombras del crepúsculo. Hasta mañana... a las nueve en punto... ya sabes, en la esquina de la calle de las Infantas.

Palabra del Dia

buque

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