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Actualizado: 28 de julio de 2025
Una vez, sorprendiome Magdalena en las alamedas del parque, en medio de mis reminiscencias; acompañábala Julia llevando un enorme fajo de crisantemos que había cogido para ponerlos en los jarrones del salón. Un macizo, poco espeso, de laureles, nos separaba. ¿Está usted componiendo algún soneto? me dijo a través de los árboles. ¿Un soneto? ¿A propósito de qué?
Tenía mal gesto; pero olvidaba su propio infortunio para consolarse con el relato de las desgracias de Alicia: Después de perderlo todo en el «treinta y cuarenta», apareció á última hora con más dinero: un fajo de billetes de mil francos... Y ella, que no siente predilección por la ruleta, se lanzó á la ruleta. ¡Qué modo de jugar!
Reposan en la mesa una gran botella de tinta, un enorme fajo de inmensas cuartillas jaldes, un diccionario general de la lengua, otro latino, otro de términos de arte, otro de agricultura, otro geográfico, otro biográfico.
Las cosas están en feliz reposo, cuando se hallan en su lugar natural; el lugar del corazón humano es el corazón de Dios, y el suyo está en este asilo seguro. Coma otro confite. ¿Qué es eso, hijo mío, qué es eso? Yo estaba colocando sobre el breviario abierto, en una página del Evangelio de la pobreza, un fajo de billetes del «Banco de Inglaterra», y balbuceé: Un recuerdo para sus pobres...
Sólo acudían los jugadores rabiosos, después de haber pasado la noche en claro, deseando probar cuanto antes sus nuevas combinaciones, y las personas achacosas, con la esperanza de encontrar libre un buen asiento. La impaciencia hizo entrar á Lubimoff en el atrio, después de meterse disimuladamente en un bolsillo el fajo de billetes que le presentó Toledo.
En lo más recóndito del pensamiento dejó que anidara la esperanza; en el fondo del corazón ocultó su amor a Juan, y en lo más seguro de su cómoda guardó el pequeño fajo de billetes de banco que cobró en Santurroriaga al presentar el talón firmado por su ex amante. Su vida fue desde entonces toda recogimiento y prudencia.
Iba á guardarla en los bolsillos y seguir su camino, cuando atrajo su atención un sobre voluminoso, de letra desconocida, certificado en París... La curiosidad le hizo abrirlo inmediatamente, y vió en sus manos un verdadero fajo de hojas sueltas, un relato extenso que iba más allá de los límites de una carta. Miró el membrete impreso y luego la firma.
Soplaba un nordeste muy fuerte, que comenzó a traer grandes gotas de lluvia. Ugarte comenzó a nadar con brío; yo le dije que tuviera cuidado, porque se iba a cansar pronto. Me atendió, y de cuando en cuando los tres nos echábamos boca arriba para descansar. Nos sustituímos llevando el fajo de tablas, que nos servía para nadar con menos fatiga. Pasamos por delante del otro pontón.
Palabra del Dia
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