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Actualizado: 4 de junio de 2025
Facundo es un tipo de la barbarie primitiva; no conoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras; la melena de sus renegridos y ensortijados cabellos caía sobre su frente y sus ojos en guedejas, como las serpientes de la cabeza de Medusa; su voz se enronquecía y sus miradas se convertían en puñaladas.
Poco hemos de poder mi marido y yo si no te hacemos obispo. Ya has visto este majadero de Facundo, tan obispo como San Agustín. Y al pobre Chapaprieta no le tenemos ya de obispo, porque a ése, tan engurruñado, soso y melifluo, nada se le puede hacer, como no sea madre abadesa. Tú eres listo y nada gazmoño. Los hábitos no te sentarán como un miriñaque. Cuando sea menester, sabrás remangarlos.
Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas a don Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapo colorado en el pecho, las cuestiones están resueltas.
Todo eso es transitorio, y el nuevo lector habrá de considerarlo según las circunstancias en que el autor se hallaba en 1845, más las rectificaciones o palinodias que el autor proclamó generosamente después de 1880. Esto es como la «clave» del Facundo, desgraciadamente olvidada por sus lectores modernos, y que es menester ponerla aquí para la más completa interpretación de este libro.
Dos años después pasaba por allí Facundo, y manda que se abra el asilo y la superiora traiga a su presencia a las reclusas. Una hubo que dió un grito al verlo y cayó exánime. ¿No es éste un lindo romance? ¡Era la Severa! Pero vamos a Atiles, donde se está preparando un ejército para ir a recobrar la reputación perdida en la Tablada, porque no se trata sino de reputación de gaucho cargador.
Facundo ha visto que nada le queda que hacer en el interior; no hay esta vez tiempo de martirizar y estrujar a los pueblos para que no den recursos sin que el vencedor llegue por todas partes en su auxilio.
Facundo llama al jefe victorioso. ¿Por qué se ha vuelto usted? Porque he arrollado al enemigo hasta la ceja del monte. ¿Por qué no penetró en el monte acuchillando? Porque había fuerzas superiores. ¡A ver, cuatro tiradores!... Y el jefe es ejecutado.
En la Tablada de Córdoba se midieron las fuerzas de la campaña y de la ciudad bajo sus más altas inspiraciones, Facundo y Paz, dignas personificaciones de las dos tendencias que van a disputarse el dominio de la República.
Tú que eres un sabio naturalista, ¿qué me dices de la virginidad de los insectos? ¿Qué me dices de la virginidad del draco furibundus? ¿No se llama así? No se trata de insectos, sino de cristianos. ¡Ay, Facundo! Tú, como vives en las Batuecas, no te has enterado de que el mismo valor tiene la virginidad entre cristianos que entre insectos. ¡Ave María Purísima! No desvaríe, señora.
Si te parece dijo tímidamente D. Facundo, entraremos en el café del Prado que es el más próximo: conozco al dueño. Adelante; vamos al café del Prado. Cuando llegaron a él, Hojeda propuso que entrasen por el portal, donde había una puertecilla que comunicaba con la cocina; así evitaban la exhibición.
Palabra del Dia
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