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Actualizado: 4 de junio de 2025


Facundo, el gaucho malo de los Llanos, no vuelve a sus pagos esta vez, que se encamina hacia Buenos Aires, y debe a esta dirección imprevista de su fuga, salvar de caer en manos de sus perseguidores.

Facundo ha vuelto a San Juan y desbandado su ejército, no sin devolver en efectos de Tucumán las sumas arrancadas por la violencia a los ciudadanos. ¿Qué queda por hacer? La paz es ahora la condición normal de la República, como lo había sido antes un estado perpetuo de oscilación y de guerra.

Efectivamente: Facundo, aunque gaucho, no tiene apego a un lugar determinado; es riojano, pero se ha educado en San Juan, ha vivido en Mendoza, ha estado en Buenos Aires.

De nada huía D. Facundo como de esto último; jamás le había oído nadie vanagloriarse de cosa alguna ni hablar siquiera de sus asuntos, con tal que de la conversación resultase él en buen lugar por cualquier concepto; su reserva era proverbial en casa de Rivera y en las demás que frecuentaba, que no eran muchas; esta cualidad, en vez de respeto, inspiraba risa a sus amigos, los cuales se complacían en mortificarle haciéndole preguntas referentes a su vida y negocios, y hasta le espiaban los pasos para decir después en plena tertulia lo que había hecho, dónde había entrado, con quién le habían visto hablar, etcétera.

Pero ya lo he dicho: la montonera fué siempre débil en los campos de batalla, pero terrible en una larga campaña. Si Lavalle hubiera adoptado otra línea de conducta y conservado el puerto en poder de los hombres de la ciudad, ¿qué habría sucedido? El gobierno la sangre de la Pampa, ¿habría tenido lugar? Facundo estaba en su elemento.

Lleve a estos hombres a la cárcel y que mueran en lugar de GutiérrezSon llevados, en efecto; dos se echan a llorar a gritos y a correr para salvarse; a otro le sucede algo peor que desmayarse; los otros son puestos en capilla. Al oír la historia, se echa a reír Facundo y los manda poner en libertad. Estas escenas con los sacerdotes son frecuentes en el Enviado de Dios.

Cualquiera que fuese el partido dominante, gobernador y empleados eran tomados de la parte educada de la población, hasta el año 1833, en que Facundo Quiroga colocó a un hombre vulgar en el gobierno.

Hojeda no se casa prosiguió la señora, por no abandonar su vida de solterón egoísta. ¿Quién le quita a él de dar su paseíto por la mañana en el Retiro, su sermoncito por la tarde en las Calatravas o en la Encarnación, sus toros o novillos los domingos, etc., etc.? Sepamos lo que está comprendido en esas etcéteras, D. Facundo manifestó el coronel. Hojeda le miró con ira, y no contestó.

Una hora después el coche del general Alvarado estaba a la puerta de su casa cargado con su equipaje y el general Villafañe, que debía acompañarlo a San Juan, donde a su llegada le entregó 100 onzas de oro de parte del general, suplicándole que no se negase a admitirlas. Como se ve, el alma de Facundo no estaba del todo cerrada a las nobles inspiraciones.

El ejército se presentaba a la batalla medio federalizado, medio montonerizado, mientras que el de Facundo traía esa unidad que dan el terror y la obediencia a un caudillo que no es causa, sino persona, y que, por tanto, aleja el libre albedrío y ahoga toda individualidad.

Palabra del Dia

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