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Actualizado: 4 de junio de 2025


Arropábase más á cada momento, creyendo en los extravíos del sueño que el cuchillo, á pesar de su puntiaguda forma y de su brillante filo, no podía penetrar las sábanas. Al día siguiente se serenó, y después se reía de haber temido que Elías podría matarla. Poro, sin embargo, no se atrevía á ponerse el traje.

Maneja con singular habilidad la burla y la ironía. Su ingenio es inagotable, aunque siempre ameno hasta en sus extravíos, y lleno de esa infantil serenidad que tanto nos regocija, porque no nos ofende ni degenera en amarga sátira; de casi todas sus comedias se puede recoger rica cosecha de excelentes rasgos de esta índole.

Hablaban mal de Ana Ozores todas las mujeres de Vetusta, y hasta la envidiaban y despellejaban muchos hombres con alma como la de aquellas mujeres. Glocester en el cabildo, don Custodio a su lado, hablaban de escándalo, de hipocresía, de perversión, de extravíos babilónicos; y en el Casino, Ronzal.

No conozco seductores corcovados ni enanos decía, encogiéndose de hombros, las pocas veces que con sus amigos íntimos hablaba de estas cosas: solía ser después de cenar fuerte . ¿Se me habla de extravíos del gusto? Eso es lo excepcional. Pero nadie querrá ser en el amor lo que es el asafétida en los olores; y sin embargo, las damas romanas de la decadencia....

Al abuso de nuestras facultades físicas sucede el dolor; á los extravíos del espíritu siguen el pesar y el remordimiento. Quien busca con excesivo afan la gloria se atrae la burla; quien intenta exaltarse sobre los demas con orgullo destemplado, provoca contra la indignacion, la resistencia, el insulto, las humillaciones.

Nosotros podríamos usar represalias, y estaríamos en nuestro derecho; pero no somos bárbaros, comprendemos cuánto el patriotismo tiene de noble y de grande, aun en sus extravíos más lamentables. Por otra parte, no hacemos la guerra al pueblo francés, sino al emperador Napoleón.

Tan simpática como ésta, y por la misma razón, es la heroína de la segunda comedia mencionada: quizás en pocas obras observemos un carácter tan angelical, un corazón y unas costumbres tan puras, que resplandecen siempre serenas hasta en las tentaciones, humillaciones y extravíos.

Lo raro era que no se le hubiera ocurrido a ella antes, porque en aquella carta de Loyola, en aquella famosa carta de Pedro Fernández, que se sabía ella de memoria, estaba perfectamente encerrada en su primera parte... «Si la señora condesa de Albornoz viene a Loyola a confesar sus pecados y pedir a Dios perdón de sus extravíos, no tiene que fijar hora ni tiempo, porque todos son igualmente oportunos...»

Cogiendo sólo flores, nunca su mano hermosa ha tocado del vicio la copa contagiosa, ningun lazo la arranca al amor y al hogar; en su clemencia olvida pasados extravíos... ignora qué son esos pensamientos impíos que pasan por el alma cual sombras por el mar.

Currita leyó extrañada estas solas líneas: «Si la señora condesa de Albornoz viene a Loyola a confesar sus pecados y a pedir a Dios perdón de sus extravíos, no tiene que fijar hora ni tiempo, porque todos son igualmente oportunos... Pero si viene sólo a hacer a esta Santa Casa testigo del escándalo de su vida, se la suplica encarecidamente evite el disgusto de tener que cerrarle la puerta a su afectísimo en Cristo y humilde servidor, PEDRO FERNÁNDEZ, S. J.»

Palabra del Dia

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