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Es que ha ocurrido una desgracia, y quiere ocultármelo, por caridad». Prorrumpió en acerbo llanto la infeliz dama, y el clérigo permanecía perplejo y mudo. «Señora, por piedad, no se aflija usted... Será, o no será lo que usted supone. ¡Nina, Nina de mi alma! ¿Es persona de su familia, de su intimidad? Explíqueme... Si el Sr.

Pues vengo á decirla á usted ... ¿usted no sabe lo que pasa? ¿Qué pasa? dijo Salomé, creyendo que se hundía el techo. No se asuste usted, señora, porque al fin y al cabo, sabiéndolo, se puede evitar que vuelva á suceder. ¡Por Dios, explíqueme usted, señora! dijo Paz, en el tono de la impaciencia y la superioridad.

Aquel dejo humilde y aquella cierta inoportunidad ingenua de la pregunta, debían quedarle murmurando como una dulzura en la memoria. Le pareció adivinar instantáneamente toda el alma de Julio. ¿Yo resentida con usted?... ¡Oh, no, no! Es una pena. ¿Una pena que yo no esté resentida con usted? Explíqueme, Julio.

Pero explíqueme usted... le dijo el coadjutor juntándose a él y haciendo esfuerzos por seguirle el paso. Ya te lo explicaré... Ahí más abajo. Cuando hubieron salido de la Gusanera, salvado la plaza y entrado en la calle del Cuadrante, D. Norberto acortó un poco el paso. El excusador aprovechó la ocasión para insistir en sus preguntas. Vamos a ver, ¿qué le ha pasado a usted?

Ella abrió los ojos aun turbios y vagos, y contestó, muy quedo también, pero claro: Aquí estoy, Don Ignacio. ¿Dónde está usted? Aquí..., aquí mismo..., ¿no me ve usted?, aquí, a su lado.... , , ya veo.... ¿Es usted? Explíqueme usted este... este milagro, Lucía, por lo que más quiera. ¿Cómo vino usted aquí?

Al decir esto, señalaba con los ojos los grupos dispersos de los jóvenes que marchaban delante de ellos: Platel y Mabel d'Ornay, Diana y James Milk, las de Blandieres con Martholl y Bertrán, y otras parejas más, todos alegres de sentir la influencia de los fluidos de atracción. Juan, repuso muy excitado: Explíqueme usted de una vez lo que es en su justo límite, ese odioso flirt... ¿El flirt?

Por motivos políticos. Explíqueme usted cómo se realizó ese cambio de relaciones. En dos años no se habían visto ustedes más que dos veces. ¿La dijo a usted en una u otra alguna palabra de amor? Ninguna. ¿Y usted? Yo le amé desde el primer día que acudió a socorrerme. Por más que la joven trataba de dominarse, su voz revelaba una secreta turbación. Entonces, ¿fue usted la primera en hablar? No.

Explíqueme usted cómo puede uno contentarse con «un poco...» Esta dosis me parece difícil de graduar, sobre todo, de no extralimitarla.

TALMA. ¡La señorita Daw es más que una discípula...! ¡Es una emanación de mi genio...! ¡Hágame el favor de sentarse, señorita Loudon...! ¡Y explíqueme lo que la trae por aquí...! ¡Estoy a su disposición...! Juega con un monóculo que le servía antiguamente en sus papeles de galán joven. JESSY. Se trata, maestro, de pedir a usted unas lecciones y...

A ver, por lo menos explíqueme usted eso de la ruina inminente...». «¿Por qué no se atrevía con el tío y con los amigos de la casa?». El viaje a la costa vino a darle una tregua, que era todo un sofisma de la voluntad. «Ahora nos vamos y no puedo yo ponerme al frente de todo eso. A la vuelta, ¡oh!, lo que es a la vuelta, tendré una explicación con el tío».