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Actualizado: 18 de junio de 2025
Cuando pasaron muchas noches escapándose siempre ella, apesadumbrado don Andrés, exaltado y como fuera de sí, le dio las más sentidas quejas, hallándola sola en la antesala. La vehemencia de los sentimientos del cacique se revelaba en su precipitado discurso, en su gesto, en su ademán y en su acento conmovido. Sin reparar en nada levantó la voz.
Aquel exaltado se valía de nuevos medicamentos, de sistemas originales, aprendidos en las revistas y libracos que recibía de muy lejos.
El prurito y cosquilleo se observan en la nariz y en las narices; hay alguna irritacion en el interior, sequedad, romadizo, coriza y aun coriza fluente; sale de la nariz, por gotas un humor parecido al agua clara; estornudos frecuentes, y el olfato que en el coriza catarral está embotado, en el agárico está exaltado.
Tan exaltado se sintió, todo por dentro, tan lleno de ternura, que se tuvo un poco de miedo. «¡Oh! ¡Si esto es estar loco, bien venida sea la locura!». ¡Estaba tan contento, tan orgulloso! No cabía duda. La Providencia y él se entendían. Había sido aquello como un contrato: «Que se marche ella, y vendrá él». Pero ella... ¿se habrá marchado del todo?
Pero Lea parecía más tranquila á medida que él se mostraba más exaltado. Se sentó lentamente en una silla, cerca de Jacobo, y dijo con dulzura: Es inútil que me amenaces; estoy resuelta á hablar. Si no te hubieras presentado á mí y yo hubiera sabido tu presencia en Londres, te hubiese ido á buscar.
Hoy tenemos sesión extraordinaria en la Fontana. Se trata de pedir al Rey que nombre un Ministerio exaltado, porque el que está no nos gusta. Tendremos discurso de Alcalá Galiano. Aquel andaluz feo... Si, ese mismo. El que el mes pasado dijo: No haya perdón ni tregua para los enemigos de la libertad. ¿Qué quieren esos espíritus obscuros, esos...? Y por aquí seguía con un pico de oro....
Yo había pensado: Marenval ha entrado en campaña en seguida porque tiene un alma generosa. Ante la idea de que un desgraciado sufre injustamente se ha exaltado, pero eso no durará. Á las primeras dificultades retrocederá y me dejará continuar solo mi camino. Porque soy testarudo y estoy decidido á salirme solo con mi empeño.
Leía a Mallarmé y a Mæterlinck, despreciaba a Zola y a Daudet, y había publicado en la «Revista Azul» un poema, «La Superfetación del Hierofante», que le conquistó inmortal renombre entre los cuatro o cinco afiliados de la «Estética Nueva», sociedad literaria de elogio mutuo. Su gesto era siempre artístico y exaltado.
La debilidad había aguzado y exaltado sus facultades; Ana penetraba con la razón y con el sentimiento en los más recónditos pliegues del alma mística que hablaba en aquel papel áspero, de un blanco sucio, de letra borrosa y apelmazada.
¡Señor Máximo! exclamó precipitándose repentinamente para detenerme. ¡Perdóneme! ¡Tenga piedad de mí!... compréndame... ¡Soy tan desgraciada!... ¡Figúrese lo que puede ser el pensamiento de una pobre criatura como yo, á quien se ha tenido la crueldad de darle un corazón, un alma y una inteligencia... y que no puede usar de todo esto sino para sufrir... y para odiar! ¿Cuál es mi vida?... ¿Cuál es mi porvenir?... Mi vida es el sentimiento de mi pobreza, exaltado sin cesar por los refinamientos del lujo, que me rodea... ¡Mi porvenir será sentir, llorar amargamente algún día esta misma vida, esta vida de esclava por odiosa, que ella sea!... Habla usted de mi juventud, de mi ingenio, de mi talento... ¡Ah!
Palabra del Dia
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