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Actualizado: 15 de octubre de 2025


La etiqueta del Océano sólo existe entre Lisboa y Río Janeiro. En los dos extremos del viaje se puede bajar al comedor con la indumentaria que uno quiera. El protocolo neptunesco no se ofende por ello.

Rosas es ya grande en la campaña de Buenos Aires, pero aun no tiene nombre ni títulos; trabaja, empero; la agita, la subleva. La Constitución dada por el Congreso es rechazada de todos los pueblos en que los caudillos tienen influencia. En Santiago del Estero se presenta el enviado en traje de etiqueta, y lo recibe Ibarra en mangas de camisa y chiripá.

La misma doña Martina, apesar de su gran corazón y su espontaneidad, y de aquel temperamento franco y campechano que Dios la diera, no había tenido más remedio que sucumbir y doblegarse a la férrea etiqueta de la familia, haciéndose más seria, más comedida, y perdiendo con ello mucho del atractivo que su carácter tenía para el sobrino Miguel.

La abuela es aficionada a la etiqueta con E mayúscula, como ella la escribe, y, para ella, estaba yo faltando a las más elementales conveniencias al anunciarle sin más ceremonia el alba de mi vigésimasexta primavera. ¡Ay! jamás he podido aprender la calma, esa calma de las tropas veteranas de que habla sin cesar mi primo el comandante Harmel.

Coletilla, aunque observaba siempre en la conversación las fórmulas de la etiqueta absolutista, hizo con la mano, fijando el pulgar bajo la barba y agitando los demás dedos, un gesto que el Rey entendió perfectamente. Ya veremos lo que se hace dijo Fernando, significando con una oscilación de su labio que no sería tan blando como en 1814.

Una diputación de magistrados lo recibió con toda la etiqueta de rigor. Supongo que quedaría satisfecho de la arenga. Si los chinos adoran la etiqueta, los marinos no la detestan. Se le izó sobre un caballejo. Desde aquí le veo trotando y dando tumbos. Doce jóvenes vestidos de seda de color de rosa marchaban a sus lados, con una pluma de pavo real en la mano.

Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula.

Su dulce y amable fisonomía resplandeció de júbilo al apercibirme, y por no romper con las tradiciones de la etiqueta, sino en un ímpetu de ternura y emoción, me arrojé en sus brazos y lloré largo rato sobre su pecho.

Pagadas de su linaje, austeras, inflexibles en la etiqueta, con la cabeza atestada de rancias preocupaciones, las dos señoritas de Moscoso habían procurado infundir en la hija de D. Félix sus manías y sus humos aristocráticos y lo habían logrado á la perfección. El capitán unas veces se burlaba de sus cuñadas y de su hija, otras se enfurecía contra ellas.

Si yo gastara calzones, me plantaba en Cádiz y le sacaba a usted del apuro». Rosita no decía palabra. Yo, que la observaba atentamente, conocí la gran turbación de su espíritu. No quitaba los ojos de su novio, y a no impedírselo la etiqueta y el buen parecer, habría llorado ruidosamente, desahogando la pena de su corazón oprimido.

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