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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Fuimos el holandés y yo al muelle. Mi compañero de embriaguez bajó los escalones de una escalerilla y se puso a gritar, hasta que brotó de entre las tinieblas un bote blanco. Creí que el hombre se caía al agua con su traje de etiqueta y su flor en el ojal; pero no, se mantuvo firme y saltó al bote con agilidad. Luego, me saludó con el sombrero en la mano, con gran reverencia. Good night me dijo.
Bustos crea un Gobierno español, sin responsabilidad; introduce la etiqueta de corte, el quietismo secular de la España, y así preparada, llega Córdoba al año 25, en que se trata de organizar la República y constituir la revolución y sus consecuencias. Examinemos ahora a Buenos Aires.
De entonces acá apenas ha variado esta ceremonia, que acostumbra a celebrarse, como la mayor parte de los actos de etiqueta, en la antecámara de los reyes.
Los miradores de las dos casas estaban tan próximos, que por ellos se comunicaba doña Bárbara con su amiga, y un toquecito en los cristales era suficiente para establecer la correspondencia. Guillermina entraba en aquella casa como en la suya, sin etiqueta ni cumplimiento alguno.
Sentáos, sentáos, pues, señora; y vos también, padre Aliaga; nadie nos ve; yo entro y salgo, merced á ciertos pasadizos, sin que nadie me vea, y estamos completamente libres de la etiqueta. Todos se sentaron. El rey, que era muy sensible al frío, removió el brasero. ¡Qué invierno tan crudo! dijo ; aseguran que hay miseria en los pueblos; ¡pobres gentes! Y volvió á revolver con delicia el brasero.
No le quitaba ojo, admirada de su aire desenvuelto y de lo bien que le caía el traje de etiqueta; la luz del gas le volvía más pálido y señalaba sus profundas ojeras, esa huella de las malas noches que no puede ocultarse.
Toda la población baja, el soberano pueblo, está reunido, con motivo de la recepción del gobernador, que en ese momento pasaba en un landó, vestido de toda etiqueta, con un funcionario negro como las penas a su lado, y otro no más rubio al frente. ¡Cómo comprendí aquella mirada que me dirigió, aquel saludo cortés, pero tan impregnado de profunda desolación!
Puntillos de etiqueta entre iguales. Por supuesto que las Escribanas la armaron también aquel día.
¡Ir tú!... ¡la reina!... dijo Felipe III, que no olvidaba nunca la ceremoniosa etiqueta de la casa de Austria. Iré... por las comunicaciones interiores... nadie me verá... enviaré delante á la duquesa de Gandía, para que doña Clara, cuando llegue yo, esté sola. Y adiós, adiós; es necesario no olvidarnos de que para el que sufre, cada momento es un siglo. Te amo. Adiós. Y la reina escapó.
Vicente consiguió también ejercer poderosa influencia en ella, particularmente en lo que tocaba al orden y la etiqueta: los criados considerábanle como su jefe inmediato, y hacia él volvían los ojos siempre que iba a hacerse algo que no fuese la rutina de todos los días. Doña Martina a cada instante le preguntaba: Vicente, ¿dónde colocamos a Romillo?
Palabra del Dia
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