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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Wildman dirijíme al consulado y de 9 á 11 de la noche del mismo dia de mi llegada conferencié con él, diciéndome que el Almirante Dewey se había marchado á Manila sin esperarme, por haber recibido órden perentoria de su Gobierno para atacar la escuadra española, dejando recado de que me mandaría sacar por medio de una cañonera.
Al parecer, éste era víctima de una indisposición súbita que le impedía venir a la estación, pero me rogaba que le permitiese esperarme en la catedral. Manifesté mi sentimiento, acepté bondadosamente las excusas del General y recibí los plácemes de muchos y muy distinguidos personajes.
¿No sería bien aguardar aquí hasta ver qué recibimiento le hace su hermano? propuso Tristán. No tal, dijo Roger. Bien ó mal recibido, lo probable es que me quede en la granja de Munster y esperarme aquí sería tiempo perdido. Sin embargo, observó Simón, por lo que pueda ocurrir bueno será que sepas dónde hallarnos, llegado el caso.
Empezó por pronunciar algunas frases corrientes de felicitación y en seguida, seguro de que nadie le veía más que ella, dijo secamente: Vas á marcharte á tu casa y á esperarme. Dentro de media hora iré. Da orden de que me reciban. Lea bajó la cabeza y respondió: Obedeceré. Está bien.
Pues si tan principal señora os manda, no insisto, amigo Juan, y os dejo, porque supongo que necesitaréis ir solo. De todo punto. Pues vóime á dormir; espéroos mañana en el Mentidero. ¿Cómo en el Mentidero? Olvidábame de que sois nuevo en la corte. Llaman aquí el Mentidero á las gradas de San Felipe el Real. ¿Y por qué no esperarme en vuestra casa?
Espera, espera... no me beses... ¿De qué murió tu hermano? ¿No dijeron los médicos que había muerto de una mojadura que había cogido? Sí. Pues esa mojadura, Lola... la cogió por causa mía... Sí, la cogió por causa mía... Una tarde en que estaba lloviendo a cántaros, fue a esperarme al colegio... Le vi por los cristales metido en un portal... en el portal de enfrente... no traía paraguas.
Los domingos cuando bailábamos en tu casa o en la mía, me sacaba más veces que a las demás, pero no se atrevía a decirme nada... A pesar de eso, una vez bailando, como estaba triste y hablaba poco, le pregunté si estaba enfadado, y él me contestó: «Yo no me enfado con nadie, y mucho menos contigo». Yo me puse colorada... y él también... Todos los días por la tarde iba a esperarme a la salida del colegio; se estaba paseando por delante hasta que yo salía y después me seguía hasta casa...
Palabra del Dia
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