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Tuvo aún fuerzas para arrancarse a ese último espanto, y de pronto lanzó un grito, un verdadero alarido en que la voz del hombre recobra la tonalidad del niño aterrado: por sus piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras. Alrededor de él la corrección devoradora oscurecía el suelo, y el contador sintió por bajo el calzoncillo, el río de hormigas carnívoras que subían.

El conde la contemplaba con los ojos dilatados, expresando la ansiedad y el espanto. De modo que lo que me han dicho de los martirios que haces pasar a nuestra hija ¿es cierto? ¡Y tan exacto! Y aún no los sabes por completo... Mira, voy a referírtelos todos para que no te llames a engaño...

¡Quién lo había de creer!... Al oír esto la niña, apagóse en sus labios la sonrisa, como una luz que mata de repente una ráfaga de viento; cruzó las manos angustiada, miró a su madre con espanto y se echó a llorar a lágrima viva, con el corazón encogido... Pero ¡vaya por Dios, vida mía! exclamó Currita estupefacta . ¿A qué viene ese llanto? ¿Es que no quieres venir?

Iba á casarme con ella cuando ocurrió la catástrofe... Parece que estoy viendo á la madre de Jacobo cuando llegó á mi casa una mañana, medio loca de dolor y de espanto, se dejó caer en un sofá, pues no podía tenerse en pie, y me dijo sollozando: acaban de prender á Jacobo... en casa... hace un momento... ¿Se acababa de descubrir la muerte de Lea Peralli?

Los tres quedaron en extática admiración ante la lámina que representaba la loca carrera de los jinetes apocalípticos. El cuádruple azote se precipitaba con un impulso arrollador sobre sus monturas fantásticas, aplastando á la humanidad loca de espanto.

Dio, en fin, muestra de que en volvía la desmayada con un dolorosísimo suspiro; abrió los ojos, y como por acaso al abrirlos encontrase los ojos de Miguel en ella fijos, con un compasivo y tierno espanto, y sintiéndose en sus brazos, estremeciose, y esforzándose llegó a ponerse de pie, pero tan débil, que en el brazo de Cervantes hubo de apoyarse, quedando abatida y doblegada.

Hízosele por la tarde su entierro, y luego aquella noche vino á llamar á la puerta de la casa de su padre, y llamó á su marido, diciéndole: Ábreme, ¿no me conoces? Yo soy Isabel. Levantóse despavorido y asustado el marido, y abriendo la puerta la vió tan monstruosa que se quedó pasmado de asombro y espanto.

La buena mujer abría los ojos con expresión de espanto, suspiraba pensando en el peligro arrostrado por su marido y lanzaba miradas inquietas á la cerrada puerta de la barraca, como si por ella fuese á filtrarse la Guardia civil.

De súbito, un grito mortal se derrama; se apercibe el ruido de una lucha breve... Todos enmudecen de espanto ante el drama del que Benvenuto forjara un esmalte: la garza, una rubia marquesa de nieve, ha muerto en las garras de un vil gerifalte... Abril, 1922.

Mas, no advirtiendo, me espanto que fuiste pecadora, y quien te ha juzgado Santo. En ofenderle te empleas ya por antigua costumbre y en errores te recreas, y así no es mucho que veas tus libres en servidumbre. Tus palacios y tus puertas fueron materia á la llama en esas calles desiertas, por émulos de tu fama en tus miserias abiertas.