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Actualizado: 23 de julio de 2025


Ahora me incumbe referir aquí, sin más digresiones, los casos memorables en que intervino Juanita hasta que llegó dicha hora. Don Andrés Rubio, en medio del jaleo y trastorno que había en su casa, estaba tranquilo sin mezclarse en cosa alguna. Sus dependientes y criados, con la hacendosísima Juana a la cabeza, cuidaban de todo y se esforzaban a porfía para que saliese con el mayor lucimiento.

Los que habían perdido en los días anteriores se regocijaban con una alegría de venganza. «¡Qué tarde!... ¡Esto se ve pocas vecesSonreían dándose con el codo al notar las idas y venidas de los inspectores, la presencia de altos empleados que se esforzaban por ocultar sus impresiones, la cara larga de los que volvían de la caja central con nuevos paquetes de placas de mil francos para pagar á aquella señora que por tres veces había dejado á la mesa sin dinero.

Procuraba aquí el apostólico Padre poner forma á las cosas de la reciente iglesia; pero el demonio, que soplaba en el corazón de los apóstatas, cuanto el buen Padre trabajaba en muchas semanas, lo deshacía en pocas horas; y por apéndice de estos desastres, tuvo noticia de que los Tobas, cruelísimos enemigos de Dios y de los españoles, vistos sus intentos, se habían puesto en armas, y en gran número venían destruyendo el país; con lo cual, esperando de hora en hora sus furias, se esforzaban á recibir con gran ánimo la muerte si fuese voluntad de Dios Nuestro Señor, imitando á sus súbditos, de quien corría fama que habían caído en las manos de aquellos malvados y sido muertos con crueldad igual á su fiereza.

Los otros hombres se esforzaban por adularla y serle gratos, mientras que Miguel mostraba un carácter imperioso, semejante al suyo, discutiendo con ella, atreviéndose á contrariarla. Algunas vecen salían juntos á caballo para galopar por el Bosque de Bolonia bajo la vigilancia de Toledo. Un tormento para don Marcos.

Conocía por su «distinguida amiga la señora Talberg» muchas de las aventuras náuticas de Ferragut. A él le interesaban los hombres de acción, los héroes del Océano. Ulises notó de pronto en su noble interlocutor un afecto caluroso, un deseo de agradar semejante al de la doctora. ¡Hermosa casa aquella, en la que todos se esforzaban por hacerse simpáticos al capitán Ferragut!

La frialdad que reinaba entre aquellas tres personas era evidente. En vano se esforzaban marido y mujer por cubrir con frases pulidas y mentidos halagos aquella tirantez; inútil era también la habilidad desplegada por doña Carmen para ocultar aquella hostilidad mal contenida. Nada de esto escapó a la penetración de Ruiloz.

Entretenía Cervantes su tiempo antes de que conociese, por desgracia o ventura suya, a doña Guiomar, con los divertimientos y el humor alegre que por todas partes brindaba Sevilla a los que moraban en ella, y especialmente, con las juntas de poetas que se hacían, casa de un tal Arquijo, hombre muy dado a las buenas letras, y donde todos los que concurrían se esforzaban por lucir su buen ingenio.

Aquel rebaño, triste y sin Dios, merecía su castigo. ¡Que no se quejase de los amos, pues éstos se esforzaban en volverle a la buena senda! ¡Que exigiese responsabilidad a los verdaderos autores de su desgracia, a Salvatierra y otros como él, que le habían arrebatado la fe! Además, señores peroraba el señorito con entonación tribunicia ¿qué va a conseguirse aumentando el jornal?

En esta situación desconsoladora, testigos diarios de los tormentos ó suplicios de sus compañeros, y esperando á cada momento igual suerte, se esforzaban los míseros cautivos, casi todos españoles, en olvidar su desdicha, recordando sin cesar su amada patria, y bailando y divirtiéndose como si estuvieran en ella.

Las hembras eran sumisas; la debilidad femenil las hacía temer al arreador y se esforzaban en su trabajo. Los manijeros, agentes reclutadores, bajaban de la montaña al frente de sus bandas empujadas por el hambre.

Palabra del Dia

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