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Actualizado: 13 de junio de 2025
Sus novelas son de una gran intensidad dramática aun cuando conservan en sus lineamientos una elegancia impecable, algo de aristocrático en la concepción y en la forma, que se revela en todas sus páginas y que caracterizan al joven escritor de una manera feliz.
Siles no era un escritor extraordinario, pero pocos hombres tenían más jugoso temperamento ni más riqueza de ilusión que este pobre cantor errabundo que ha caído para siempre, sin dinero y sin gloria, y al que las gacetas sólo han dedicado un pequeño lingote de prosa vulgar.
La calidad de los personajes, lo extraño del caso que reunía a personas procedentes de tantas partes y tan distintas por su cuna y por su vida: un revolucionario conocido en toda Europa por Zakunine; un escritor como Roberto Vérod; una dama de la nobleza, como la Condesa d'Arda; un ser misterioso como Alejandra Natzichet habrían excitado el interés general, si para ello no hubiera bastado la trama judicial.
Hubo quien colgó al triste escritor la paternidad del Elogio de Felipe II, por ser obra maligna; también ha habido quien se la niegue del Norte, por tener mucho bueno.
Si estas razones tengo para no sentir que el oficio de escritor sea bien retribuido, no faltan razones desinteresadas para desear que lo sea.
Que El Ariete habló largamente de la boda de la «hermosa Julieta de los Peñascales con nuestro compañero el distinguido escritor y diplomático don Arturo Marañas», no hay para qué decirlo, porque se supone fácilmente; pero, ¡ay!, a don Simón no le pasó de las narices aquel incienso: conservaba mucho más adentro el recuerdo martirizador de la palabra estúpido, con que le había calificado el mismo que quizá redactaba aquellos lisonjeros párrafos, y sabía de memoria los que había dedicado la misma pluma a su desastre parlamentario.
Ni aparatoso, ni solemne, a pesar de estar llenos sus libros de sanas y saludables máximas morales que trasuntaban su anhelo de justicia y de bien, preocupación constante de su vida de escritor. A veces tórnase picaresco, malicioso, agudo, para zaherir el vicio, el prejuicio o la rutina.
Cuando hacemos ciertas reflexiones y consideramos algunas eminencias, no podemos menos de recordar una célebre frase de un chispeante escritor: decía este, refiriéndose á un amigo suyo, que el mejor negocio que podía hacerse, sería comprarlo por lo que valía, y luego venderlo por lo que él se creía valer; á ser posible semejante transacción mercantil, la pondríamos en planta en Filipinas, en donde mejor que en parte alguna se habían de encontrar productivas facturas.
Preguntome qué especie de vida hacía yo, y si estaba contento con ella. Por mi parte pronto hube despachado: a lo primero le contesté: Soy periodista; paso la mayor parte del tiempo, como todo escritor público, en escribir lo que no pienso y en hacer creer a los demás lo que no creo. ¡Cómo sólo se puede escribir alabando!
Si quedara duda con todo lo que he expuesto de que la lucha actual de la República Argentina lo es sólo de civilización y barbarie, bastaría a probarlo el no hallarse del lado de Rosas un solo escritor, un soló poeta de los muchos que posee aquella joven nación.
Palabra del Dia
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