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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Cuando él se casase y la fortuna del viejo Valls pasara a sus manos, iban todos a asombrarse de la magnífica resurrección de los Febrer. ¿Y aún se escandalizaban algunos de su resolución y sentía él ciertos escrúpulos?... ¡Adelante!

De todas maneras, es de extrañar este laconismo de nuestra heroína, que sabe entretener la pluma en asuntos bien insignificantes, y no se muerde la lengua cuando tiene que declarar faltas enormes. Pero en materia de escrúpulos, ¡hay tantas rarezas incomprensibles! Quien pudiera sacarnos de la duda era su doncella; pero ni la conozco, ni existe, que yo sepa, la historia de su vida y milagros.

Se comunicaban sus ideas bajo el deslumbramiento de la vida fácil de París, libres de los escrúpulos y preocupaciones de la tierra natal. Todas ellas creían haber nacido meses antes, reconociéndose con méritos no sospechados hasta entonces. El cambio de hemisferio había aumentado sus valores. Algunas hasta escribían versos en francés.

Y entre lágrimas y desesperados gritos, que nadie podía oír, la muchacha conoció las torturas del amor, sin placer alguno, con una profunda impresión de asco, pareciéndole el más horrible de los tormentos aquel acto misterioso vagamente adivinado en sus curiosidades de joven educada en un ambiente libre de escrúpulos.

Eminente joven, gloria de la patria, si le prestaras cuatro duros al señor conde de Rumblar, Europa entera te lo agradecería. Le di los cuatro duros. Gracias, gracias, benemérito soldado. Te los pagaré cuando me case. Dime, ¿no te parece que hago bien en desechar vanos escrúpulos? ¿Eso qué duda tiene?

Calló, mirando fijamente á su subordinado, mientras le sonreía para vencer sus escrúpulos. Durante unos segundos no supo qué creer. Tòni permanecía pensativo, con los ojos bajos. Después se enderezó poco á poco; abandonando su asiento, y dijo simplemente: ¡No! Ulises abandonó igualmente su sillón giratorio á impulsos de la sorpresa. «¿No?... ¿Por qué

Con la energía empleada en esta violencia hecha a la pasión antigua, daba por gastada toda la fuerza de su pobre voluntad, y se perdonaba, con pocos escrúpulos, los aplazamientos y prórrogas que iba dando a lo de las cuentas del tío. , pensaba explicarse; pensaba plantear la cuestión... pero pasaban los días y no hacía nada. Nada entre dos platos.

En vano los Padres de la iglesia de San Ignacio disipaban sus escrúpulos recordándola la importancia de los negocios y la influencia que una casa tan poderosa ejercía sobre la religiosidad de Jerez.

Cierto que había vuelto al lado de la Condesa y la había tratado con mayores consideraciones; pero si esto debía demostrar que estaba arrepentido de sus malos procederes de antes, el mismo arrepentimiento, la presencia de esos escrúpulos en su mente contradecían la hipótesis del asesinato; mal podía desear la muerte de un ser, quien se arrepentía de haberle ocasionado dolores.

EL JUEZ. Estos escrúpulos le honran. ¡Pero después se ha desquitado usted...! ¡Las quería usted menores, picarón! ELOY. ¡Yo picarón...! ¡Usted tiene ganas de broma...! ¡Aborrezco el amor, así se trate del conyugal...! EL JUEZ. ¡Usted oculta sus intenciones, mi querido diputado! ELOY. Le repito que soy víctima de una maquinación. La culpa de todo esto la tiene la Proporcional.

Palabra del Dia

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