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Actualizado: 10 de junio de 2025


Al ver en perspectiva el Palacio de cristal, se le tomaría por un palacio chinesco ó un templo de hadas en medio de escombros antediluvianos y mil primores de la Flora moderna, como un punto de alianza entre el mundo primitivo y el contemporáneo.

Allí, durante una noche primaveral, se vino abajo un talud de nieve más grande que los más altos abetos y que la torre de la iglesia. Un grupo de casitas y de hórreos se encontraba bajo la formidable masa. Los montañeses, que acudieron de las aldeas vecinas, creyeron que indudablemente todas las armaduras de los edificios habían quedado demolidas y aplastados los habitantes bajo los escombros.

Entre los escombros sólo se había recogido un cadáver, el del único obrero muerto instantáneamente, y éste era el señor José. Su nombre y su domicilio estaban indicados con una precisión que no permitía dudas. Maltrana experimentó una dolorosa sorpresa. Recordó a su madre; pensó en el agradecimiento que sentía la Isidra por las bondades de su compañero. ¡Pobre señor José!

Y al pensar en el estado ruinoso en que halló su lengua materna y en lo que con ella ha hecho, imaginábame uno de esos vetustos palacios de los príncipes de Baux que se ven en los Alpilles: sin techo, sin balaustradas en las escalinatas, sin vidrios en las ventanas, quebrado el trébol de las ojivas, corroído por el moho el escudo de las puertas; gallinas picoteando en el patio de honor, cerdos hozando bajo las esbeltas columnillas de las galerías, el asno paciendo dentro de la capilla, donde crece la hierba, las palomas bebiendo en las grandes pilas de agua bendita, rebosantes de agua de lluvia, y finalmente, entre esos escombros dos o tres familias de labriegos que han construido chozas alrededor del vetusto palacio.

Las montanas se han abierto un camino al traves de las nubes, y con su choque han hecho temblar toda la cordillera de los Alpes, cubriendo de escombros los verdes valles, deteniendo el curso de los rios por su caida repentina, reduciendo sus aguas en turbillones de vapores y forzando al manantial a que se forme una nueva madre.

Una docena de campesinos prisioneros removían la tierra y ayudaban en la descarga de los muertos. Ahora los conducían en una carreta hasta el borde de la fosa, cayendo en ella como los escombros acarreados de una demolición.

¿Eres tonta? le dijo Lázaro. ¿No ves que eso es efecto del miedo? El miró y examinó atentamente: no había nadie. Salieron al patio, que estaba lleno de escombros y de leña, y tampoco vieron nada. Indudablemente había sido efecto del miedo. El día siguiente pasó sin ningún suceso notable, y al anochecer llegó Bozmediano. Lázaro, desde que le vió entrar, conoció que no estaba tranquilo. ¿Qué hay?

La voz del príncipe tomó cierta entonación lúgubre, como si clamase sobre los escombros de su vida entera. Había encontrado centenares de mujeres de las que levantan á su paso una muda explosión de deseos. La resistencia femenil le era desconocida.

Un interminable cordon de carros cargados de harina y trigo, ó mercancías extranjeras, tirados por yuntas de bueyes, le daba grande animacion á la carretera; miéntras que en el lado opuesto se veían los escombros de las rocas voladas por la mina, y los numerosos obreros trabajando en las alturas abruptas en la nivelacion del terreno, la apertura de muchos túneles y el establecimiento de algunos rieles.

Al fin de aquella barriada está lo que queda de la antigua Arganzuela, un llano irregular, limitado de la parte de Madrid por lavaderos, y de la parte del campo por el arroyo propiamente dicho. Este precipita sus aguas blanquecinas entre collados de tierra que parecen montones de escombros y vertederos de derribos. La línea de circunvalación atraviesa esta soledad.

Palabra del Dia

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