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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Pero observo que el sendero florido que seguíamos nos ha llevado á la frontera del antiguo Egipto. Volvamos hácia atrás en busca de nuestra querida Grecia, que todavía no he agotado el tema, y en ella hemos de volver á encontrar al Egipto. Hablábamos de Homero. Para Vd., la epopeya de Homero es un monólogo estéril y sublime.
Los españoles hubieron de exigir de los poetas dramáticos inspiración poética muy superior á la de los cantores de romances, porque aquéllos habían de evocar á los héroes de la epopeya de las tinieblas de lo pasado, y conciliar el tono lleno y firme de la poesía épica con los más dulces sonidos de la lírica, y ofrecerlos á su vista inmediatamente, revestidos en su conjunto de formas poéticas más perfectas.
Y así se comprende que en el arte dramático de Lope de Vega, se perciba la diafanidad, la claridad más sin mancha y la tranquila exposición de la epopeya, con la pasión lírica que se apodera del corazón, y lo conmueve y domina, apareciendo ambas cualidades en la escena en un organismo plástico y perfecto, y en acción ó fábula rápida y no interrumpida.
Aun concediendo que la epopeya indicada se asemeja algo á la poesía popular, como sucede, por ejemplo, con las estrofas en que el poeta se dirige á sus auditores, más sólidos fundamentos nos inclinan á considerarla como parto de la poesía artística. Trazas innegables de ello llevan la lengua, á pesar de su rudeza, y el ritmo, no obstante su monotonía.
Parecía en efecto que, dado el desarrollo actual de la ciencia, quien tratase de enseñar mucho en su poema había de ser un delirante. Todavía Moratin, al dar consejos burlescos a un poeta ridículo, le dice que ponga en cifra en su epopeya todos los conocimientos humanos.
Tal es el origen de esos continuos cambios en el lugar de la escena que han permitido al nuevo drama tratar los asuntos más complejos de la epopeya, de la historia y de la novela antigua.
Y si no, guerra, guerra con los ingleses. ¡Ah! ¿No hicimos lo del Callao? Aquello si que fue grande. Te lo contaré, pues lo sé como si lo hubiera visto». Pero Mariano no paraba mientes en aquel interesante capítulo de Historia. La epopeya de los veinte reales en sellos cautivaba más su espíritu, adormeciéndole en cálculos voluptuosos y combinaciones de riquezas y placeres.
En aquella época, en que los peinados eran una epopeya de rulos y rellenos, Fernanda llevaba el suyo de una simpleza tal, que rayaba en la suma elegancia: sus cabellos, de un rubio mate, recogidos y sujetos por dos cintas de moirée celeste, iban a rematar en la más linda nuca de mujer.
Esperanza y misterio, hé aquí el carácter esencial, el sentido íntimo, el alma del arte religioso. No sé matemáticamente lo que espero, pero sé que espero. Fuera de aquí, fuera de este horizonte indefinible, no hay epopeya para el arte de la religion. Viene el arte griego, y lo llena todo de luz, lo hace todo brillante, espléndido, provocador, casi lascivo.
En la epopeya de la patria esclava, fuíste fuerza motriz, luz refulgente, formidable turbión, tempestad brava, que hízonos respirar el libre ambiente. Cuando pedía sangre nuestra aurora, y ayes de muerte hendían el espacio, armaste con tu idea salvadora el brazo vengador de Bonifacio...
Palabra del Dia
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